¿Escuchan esa campana a lo lejos? Es una unidad del Departamento de Bomberos que busca abrirse paso para no ser consumida por las llamas de las injusticias que se cometen en ese edificio y que pagan las consecuencias quienes dignamente portan el uniforme y arriesgan sus vidas.
Para poner orden ahí hace falta voluntad, escuchar a los afectados y revisar las cuentas. También aplicar esa fórmula que tanto invocó el actual presidente de México; limpiar ese edificio como se barren las escaleras, de arriba hacia abajo, arriba, donde despacha el patronato está el origen de la ambición y la soberbia que daña a casi toda la honorable institución.
Al argumentar el patronato que se trata de una Asociación Civil y por lo mismo no está obligada a auditorías por parte del Municipio se acepta tácitamente que no están abiertos a rendir cuentas del dinero público con el que operan, mucho menos de lo que ellos cobran por servicios.
El Patronato hace tiempo dejó de tener esa noble función social y altruista de recabar recursos para que la operación continuara, hoy se convirtió en un coto de poder, un botín que explota a su conveniencia una sola persona, que al controlar el dinero corrompe casi todo a su alrededor, ahí está el llamado de urgencia para poner alto a quien ha usado el puesto para beneficio propio mientras a los ‘tragahumo’ no se les compra equipo nuevo desde hace cuatro administraciones.
El alcalde Javier Lamarque Cano, las regidoras y los regidores tienen una gran oportunidad de extinguir la corrupción como los bomberos atacan el fuego, desde su origen.
DE SU PROPIO CHOCOLATE
El que nada debe nada teme, concluyó Javier Lamarque Cano sobre el tema de la revisión exhaustiva que aplican Marinos a los policías Municipales, se violentan derechos con esa práctica, pero detrás de eso hay un auténtico reclamo de la comunidad para que se le ponga lupa a la corporación, porque tanta facilidad con que opera la delincuencia solo puede explicarse con ayuda de las fuerzas del orden, principalmente las locales.
A propósito de inseguridad ya el INEGI le puso números a lo se padece en Cajeme todos los días, ya estaba la percepción, los hechos violentos, solo faltaba la medición. Ahora que la tenemos ya se puede trabajar en hacer algo por disminuirla, todos podemos hacer algo. Y no se trata como dicen las cámaras empresariales de “hablar bien de Obregón”, se trata de cerrarle el paso con pequeñas acciones a la violencia, si las autoridades nos ayudan con cumplir con su deber será de gran ayuda.
Con la continuidad de Cándido Tarango se garantiza que no pasará algo extraordinario -al menos positivo- que nos permita estar en mejores condiciones en materia de seguridad en un futuro, solo el Gobernador Durazo sabe por qué solicitó que continúe el Marino al frente de la corporación municipal, pero desde su llegada solo ha tratado de ganar tiempo con un discurso falto de compromiso.
Desde llamados a portarse bien hasta su “no venimos a matar a nadie”, el Capitán de Fragata rechaza la violencia como medida disuasiva contra las bandas delincuenciales. Que una persona con su formación y curriculum rechace el enfrentamiento de la fuerza de reacción contra quienes trasgreden la ley al grado de tomar vidas, es de entrada una derrota anímica.