Nogales–– Los niños son las más grandes víctimas en la profunda herida que siguen causando los narcotraficantes a Sonora.
Las causas pueden ser tan variadas como injustificables: Ya sea por el control de las rutas por las que se llevan las drogas a los Estados Unidos o por dominar las calles donde se venden al menudeo los narcóticos.
Esta incesante batalla roba abruptamente la inocencia a los pequeños. Lo hemos visto en casos como el del niño Jayden. Sí, aquel menor de edad, quien encabezó el desfile del 1 de mayo de 2019 en Nogales, Sonora.
Jayden, se ganó el mote del más pequeño de los rastreadores sonorenses, porque se unió a la búsqueda de desaparecidos en Nogales, a fin de honrar la memoria de su madre, Alejandra Campillo. Cuando ella desapareció, en el invierno de 2012, Jayden era un bebé de año y medio.
Su madre Alejandra lo dejó en brazos de su abuela con la promesa de que regresaría pronto, pero el destino trazó otro camino para aquella mujer, quien ahora es sólo un recuerdo entre sus familiares.
Hace dos años, siete meses y 17 días escribí esta historia en la Revista Proceso. Recibí fuertes críticas por dar a conocer una realidad que duele y mucho, en el México moderno que nos tocó vivir.
Traigo a la memoria este caso (y otros dos más que describiré renglones abajo) porque justo ayer domingo se celebró la posada que organiza anualmente el colectivo Madres Buscadoras de Sonora.
Lean con detenimiento a continuación: Esta posada tiene como objetivo ofrecer un poco de alegría a los hijos de las personas desaparecidas en Sonora.
Efectivamente, han entendido bien. Estos más de 250 niños -hasta ahora contabilizados por este colectivo de búsqueda- han experimentado la ejecución o desaparición forzada de uno o ambos padres.
Algunos de ellos experimentaron el trago amargo que uno de sus padres fue “levantado” (como se dice coloquialmente) y el otro ejecutado en su propia casa.
Exactamente como ocurrió con Gladys Aranza Ramos Gurrola, de 28 años, integrante de los colectivos Guerreras Buscadoras y Madres Buscadoras de Sonora, quien había iniciado las labores de rastreo de su esposo Brayan Omar desde el 6 de diciembre de 2020 en la región de Guaymas y Empalme.
Allí en el Valle de Guaymas, Gladys Aranza junto a su hija Lyah había concentrado su búsqueda hasta encontrar a su esposo Brayan Omar Celaya Alvarado, pero fue asesinada la medianoche del jueves 15 de julio de este 2021, por un comando que arribó por la fuerza a su domicilio.
La activista fue ultimada frente a su hija a las 23:30 horas del jueves 15 de julio en el Ejido Ortiz, perteneciente al municipio de Guaymas.
Los supervivientes a esta narcolucha por el territorio sonorense hemos sido testigos de la sangrienta pugna. Los hijos de los desaparecidos, quienes ayer tuvieron su posada, son las principales víctimas.
Si se me permitiera la expresión sería así: ¡Son las víctimas más víctimas!
Y no es para menos. Imagínense a ustedes mismos en este mismo escenario. Con ambos padres desaparecidos o abatidos. Estar solos en el mundo, básicamente.
Es por eso que cada año me sumo para ayudar a esta noble. Y no lo escribo para ser como aquel de la Parábola de los Hipócritas, que al dar limosna en el templo anhelaba que tocaran las trompetas frente a él.
Este pasaje bíblico inmortalizado en el evangelio de Mateo, capítulo 6, nos recuerda que cuando ayudemos a nuestros cercanos o “prójimos” no hagamos tocar trompeta delante nuestro, “como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres”.
No soy de ese tipo de personas, más bien soy de aquellos que cuando ayudo a los demás “mi mano izquierda no sabe lo que hace mi mano derecha”.
Viene a colación porque cada fin de año es prudente, urgente y necesario volverse a concientizar sobre el verdadero rostro de la desgracia sonorense.
Este año fueron más “ángeles” quienes me ayudaron a ayudar. Gracias a cada uno de ellos contribuyeron a que estos pequeños -quienes lo necesitan todo- tuvieron su posada en Hermosillo y en otras ciudades donde se han organizado para fortalecer el colectivo de Madres Buscadoras de Sonora.
Sé que algunos funcionarios y políticos se sumaron a la celebración. Bien por ellos, bien por las madres Buscadoras de Sonora, quienes pugnan por “los hijos de los desaparecidos”, como les llaman.
A propósito de víctimas, así en superlativo, la fiscalía sonorense logró sentencia ejemplar en Cajeme, para los asesinos del niño Adán Ricardo, de 4 años de edad, quien se encontraba por fuera de su casa junto a su padre, Jesús Ricardo; y la hermana del menor, Kamila Yamileth, de 8 años, cuando se registró un ataque armado.
El juez responsable del caso avaló la pruebas recabadas y presentadas por personal de la Fiscalía General de Justicia del Estado de Sonora (FGJE) y declaró culpables a Ernesto Alonso, “El Chupa”, y Brayan Valentín, “El Guerrero”, por los delitos de homicidio en detrimento de Adán Ricardo y su padre, Jesús Ricardo; y por lesiones así como homicidio en grado de tentativa contra la hermana del menor, Kamila Yamileth.
Este terrible caso indignó y entristeció a Sonora el 27 de julio de 2019, por lo ocurrido fuera de una vivienda en la colonia Las Misiones, cuando los agresores emprendieron el ataque armado.
Imposible de callar. Imposible de olvidar. Sonora es un rosario de tragedias. Nos reencontramos el próximo lunes en este mismo espacio.