La primera vez que escuché, hace unas semanas, sobre el éxodo de familias obregonenses a Hermosillo, fue de labios del exsecretario de Comunicación (puesto inventado para saciar su ego) con Guillermo Padrés, es decir, Jorgito Morales.

Él, cómodamente, se lo atribuye a la inseguridad que existe en Cajeme, y que, por lo mismo, familias de clase media para arriba, se han mudado a la capital. Nahhhh… no es tan sencillo. Ellos, los de ese sexenio, son parte responsable de quitarle oportunidades a Cajeme. Que no se hagan.

Desde el año de 1976, luego de la expropiación de tierras en el Yaqui, es verdad que algunas familias emigraron a otras latitudes; Caborca y los Estados Unidos principalmente, pero no fueron muchas.

Cuando el gobernador de Sonora era Eduardo Bours, algunos otros migramos a Hermosillo, como sus colaboradores. Algunos siguen allá, pero también algunos, como es el caso de muchos, regresamos al terruño.

Morales no toma en cuenta que, al llevarse el agua a Hermosillo desde el Río Yaqui, revivieron a la capital y sus oportunidades de crecimiento, cuando, si por vocación y dado que el agua corría libre hasta acá, lo lógico hubiese sido impulsar el desarrollo aquí mismo y buscar otras fuentes viables de abastecimiento de agua allá. ¿Ejemplo? Que dejaran de sembrar miles de hectáreas.

Pero no fue así, Padrés, y algo de venganza de Manlio y otras cosas, coincidieron para construir ilegalmente el Acueducto Independencia y, centralizar con ello, el crecimiento inmobiliario, de la industria y también de la ciudad en la capital.

Momento, aún cuando he sido (y seguiré siendo) un luchador del No al Novillo, no me afano pensando en que, para que crezca Cajeme, tiene que caer Hermosillo, mientras, para Padrés y vándalos que lo acompañaron, junto a muchos ricos de allá (amigos de MFBR, el resentido de Cajeme), pegarle en la torre a nuestra comunidad fue algo así como una venganza.

Ellos, los de allá, odian a los ricos de acá y a su gran crecimiento en el mundo de los negocios agroindustriales, pero, mientras ellos, los de aquí y los de allá, se emparentan, juegan golf, viajan juntos y hacen negocios, nosotros, los simples mortales de acá, debemos pagar las consecuencias de un centralismo obsceno. Tipo la CDMX, que ha chupado miles de ciudades alrededor de la urbe, con tal de seguir creciendo y con negocios pingües sin importar las paupérrimas zonas que circundan al otrora DF.

Lo que me preocupa, es un artículo publicado en un portal local, donde dice lo siguiente: “Hoy estamos ante una nueva ola de emigrantes que no van muy lejos, la mayoría sólo llega a Hermosillo y su impulso obedece no tanto a razones económicas sino al hartazgo por la crisis de seguridad pública, el deterioro de la infraestructura urbana que impacta incluso a zonas residenciales y una atmósfera sociocultural asfixiante para personas de buen nivel económico y educativo”

Para empezar, la inseguridad en Cajeme, tiene algunos años, aún cuando cada vez es más creciente pero ahí está. El deterioro de la Infraestructura urbana, es igual o mayor en Hermosillo. Y, a lo que dicen de la atmósfera sociocultural asfixiante, pues quizá se refiera a que acá, hay cofradías, pero, allá, son muchos más notorias y bajo la premisa de, cuánto tienes, quién eres y qué haces, se vuelve mucho más definitiva para aceptarte en cierto círculo social.

Luego, el mismo artículo, narra “En Hermosillo hay diversidad, hay opciones para todos, aquí sólo es el paseo en la Laguna y el baile populachero en Cócorit, dice contundente un maestro jubilado que idealiza la oferta cultural de la capital sonorense. Allá hay conciertos, teatro, recreación sana en las plazas, vida universitaria…”, a lo cual, pienso, aparte de la pandemia que acabó con muchas de esas ofertas culturales, yo no creo que, quienes emigran, pretendan hacerlo para participar en evento culturales de Bellas Artes, y sí, tal vez, asistan a conciertos de artistas de medio pelo, crecidos a la sombra de Televisa y así. Me consta, cuando fui director de la Casa de Cultura de Sonora en Hermosillo, los deudos (los que asistían a esos eventos) eran siempre los mismos; generalemente artistas con sed de crecimiento y no, nunca ví a la clase económica real y menos a la emergente acudir ni a obras de teatro serias, ni siquiera, a los conciertos facilotes de la Orquesta Filarmónica de Sonora.

En mi columna anterior escribí sobre el agua del Yaqui que se desvía a Hermosillo, y de cómo esto le había dado un respiro al crecimiento de la capital. Hubo quienes, en sus comentarios de aquí abajo, denostanoran a los agricultores que “acaparan” el agua, y hubo personas que, incluso, compararon a la Cervecería Constelletion Brands como usufructuarios de agua del Yaqui, cuando en realidad, su agua pertenece a un pozo de un productor agrícola que se las vendió, del subsuelo, y que no es ni el 1% de lo que se chupa el acueducto Independencia.

Y es más, denostan porque dicen, que nada de beneficio le ha traído a Cajeme, cuando bueno, la ampliación de la cervecera de 800 empleos bien pagados, para jóvenes que ya no tienen que emigrar otros lugares para encontrar empleo, es una buena señal, además, de la proveduría que cada día crece más y más con dicha empresa.

No, nos hagamos, la emigración de nuestros hijos, tiene que ver, en mucho, con las oportunidades que se nos van a otros lados, mientras nosotros, lloramos y nos lamentamos y no hacemos nada.

Ya dije… Tod@s somos culpables por dejados.

Gracias.

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