Bécker García / El Tiempo

NIÑOS SICARIOS

Una señora que años atrás había trabajado con mi esposa, me llamó hace ya unos cuantos meses; quería saber, si podía buscarme para platicar una historia, muy triste, me dijo.

El relato giraba en derredor de una vecina de ella, quien tenía dos hijos, gemelos, pero, como dice la leyenda urbana, uno era el cuate bueno y el otro el malo, sea lo que sea signifique esto.

Y me explicó: A sus 14 años, mientras el bueno tenía calificaciones sobresalientes en la escuela, en las tardes se empleaba en un triciclo vendiendo lo que podía, para ayudar a la casa, el otro, el malo, era una calamidad; había sido detenido por hurtos menores, se unió a una pandilla y cosas por el estilo.

La señora que me contaba la historia, aseguró que, en su barrio, a los niños pequeños, les dan droga a probar y, a quienes se enganchan, los hacen que roben para seguir comprando y, algunos, hasta sirven ya sea como vendedores, sicarios o simples informantes.

En el caso del cuate malo, pronto se convirtió en un dealer de barrio, compró una motocicleta y con ella hacía sus recorridos distribuyendo.

Algo pasó, quizá se quedó con dinero de más, o tal vez, me cuenta, se metió con alguien con quien no debería y resulta que de pronto, lo vieron armado y nervioso, dormía a veces en su casa o en las casas de sus amigos, y andaba, como a salto de mata.

Una madrugada, llegaron a la casa de su madre, entraron a la recámara y, confundiendo, asesinaron al cuate bueno.

Ella, la señora, me pedía que fuera a realizarle una entrevista para que me contara la historia, yo la publicara con pelos y señales, y le hicieran justicia. Yo, a como están las cosas, le dije que la maña es muy celosa cuando un periodista se mete en sus cosas, pero, que pensaría la manera de hacer algo. Por lo pronto accedí a que la mamá de los cuates me contara de viva voz la historia.

Luego, la señora me llamó para decirme que, la mamá de los cuates, no quiso hablar. Se negó argumentando que su corazón estaba en paz y que solo rogaba porque a su otro hijo, no lo asesinaran.

Un día, me levanté con la noticia de que, al fin habían encontrado al otro cuate y lo cosieron a balazos.

Hoy, cuando leo la historia de 3 adolescentes de entre 13 y 16 años, que asesinaron a dos personas, madre e hijo, mientras hirieron al padre, recordé la historia de los cuates.

La descomposición social de la sociedad en Cajeme es una cruel realidad, y, será muy difícil que se recupere, cuando existen tanto envenenamiento, el cual viene por dos vertientes, una, quienes reclutan y envician a los niños y dos, por el gobierno que ha descuidado el entorno donde estos se desarrollan.

La pandemia vino en cierta medida a agravar la situación, pues, mientras, las escuelas suspendieron las clases presenciales, los sostenes de la familia acudían a trabajar, los adolescentes carecían entonces de supervisión, ni escolar, ni paterna y la calle fue, en muchos casos, suya. Y esto propició la vagancia y en ella siempre existen oportunidades para la delincuencia.

Empero esto no es nuevo. Hace muchos años, se olvidaron programas sociales que involucraban a las escuelas y a los niños, en actividades como el deporte, la cultura y, también, recuerdo, existían programas de educación contra las drogas, como aquel llamado D.A.R.E, es decir, un Programa que se crea en los estados Unidos en 1983. “La palabra DARE se forma de las siglas, en inglés: Drugs Abuse Resistence Education, en México se denomina “Educación Preventiva Contra el Consumo de Drogas”. D.A.R.E. es un Programa 100% preventivo, cuyo objetivo principal es eliminar o retardar drásticamente el consumo de tabaco y drogas ilegales en los alumnos que tomen completo el Programa. Por definición D.A.R.E. es un proyecto apolítico y no lucrativo a largo plazo, con responsabilidades y compromisos compartidos entre la sociedad y el gobierno municipal”. Dicho programa, entiendo, salvó a miles de niños de caer en los vicios, además de ser muy entretenido, prevenía.

En fin, tristes historias que, se han convertido en nuestra realidad de cada día en Cajeme y, mientras no se enfrenten con inteligencia, cultura, prevención y demás, poco o nada se podrá hacer.

Gracias.

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