Tomasi de Lampedusa, fue un escritor de una sola novela, El Gatopardo. Se dice que la escribió entre 1954 y 1957, la envió a dos editoriales que la rechazaron, pero, a su muerte, un años después, fue publicada y logró un éxito rotundo.
La obra trata de la vida del poderoso príncipe de Salina quien, ante los cambios que se viven en Italia al inicio del Siglo XX y finales del XIX, impulsados por Garibaldi, hace todo lo posible por adaptarse, para que, no cambie nada y no perder sus privilegios.
“Si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie”, una de las frases más precisas de la novela, y que puede ser, una sinopsis de la misma.
Y tal cual pasó con la votación del domingo, que disque para revocar el mandato o pedir que el Presidente se quede. No pasó nada.
Momento, no se me aceleren mis amados chairos que me siguen y me apoyan con sus comentarios negativos aquí abajo: Morena y sus principales actores políticos, es la nueva casta política con todos esos privilegios de los que gozó el PRI durante tantos años. Y conste, me refiero a los de arribota, no a quienes les tiran con migajas para que defiendan a AMLO sin pudor alguno, y, mucho menos, lógica. ¿Vamos bien?
El ejercicio del domingo 10, estuvo cargado de prácticas setenteras donde, con el más vil descaro, se dieron acarreos; intimidaciones para que votaran aquellos que reciben “becas” y apoyos desde el gobierno; obligación a los trabajadores gubernamentales para que acarrearan cada uno a 10 votantes y así, linduras tricolores de esas.
La nueva clase privilegiada, usó aviones militares para acudir a mítines a pesar de estar prohibido (te estoy hablando a ti, Adán Augusto López), rentaron taxis para “facilitar” a los votantes su traslado a las casillas (Mario Delgado, ¿quién y dónde rentaste una furgoneta de 15 pasajeros para movilizar votantes?, hasta quienes “secuestraron” taxis para lo mismo (¿Andas por aquí Claudia Sheinbaum Pardo?).
Pese a todo lo anterior, apenas votó el 18% del padrón electoral mexicano.
Ya sé, dirán, “es que el INE instaló solo un 30% de las casillas instaladas en el 2018” y, es cierto, pero, como dijo el Piporro, with the money dancing ta dog, y en este caso, no les autorizaron dinero.
Pero bueno, la pregunta es: ¿El INE perdió?, y la respuesta es sí, pues, a pesar de que hizo lo que pudo, ese mismo día, la casta privilegiada de los morenistas, pidieron la desaparición del último dique de contención, es decir el INE (bueno, malo o regular, pero el mejor), con los que cuenta la democracia mexicana.
También perdió Morena, pues, a pesar de toda la parafernalia del acarreo, apenas 15 millones de votos recibió AMLO para que se quede. Aclaración, hubieran sido 15 millones 1, pero el Presidente anuló burlonamente su voto, escribiendo en la boleta viva Zapata. Qué loco el bato, ¿no?
15 millones de votos es la mitad de los que recibió Andrés Manuel en el 2018, y eso cala. Es menos también, que los 21 millones recibidos por Morena en las elecciones del 2021. “Es que ahora hubo menos casillas”, me dijo mi gran chairo amigo Reynaldo y le respondí: “Si bato, pero hubo movilización como cuando el PRI y los hubieran trasladado hasta la Conchinchina”
¿Perdieron los partidos de oposición? Pues claro que también, pues, a pesar que promovieron la no votación, y que, 8 de cada 10 mexicanos no votaron, esto no les garantiza su fuerza para el 2024, como nos quieren hacer ver, sino que es un síntoma del hartazgo de los ciudadanos contra los gobiernos y los partidos, que no necesariamente se traducirá en votos para las siguientes elecciones. O, ¿a qué político de oposición ven tan fuerte como para capitalizar esos no-votantes para que lo hagan por él? Yo tampoco veo a ninguno.
Entonces, ¿quién ganó? Y la respuesta es sencilla, si tomamos en cuenta que, por primera vez, los ciudadanos, tenemos un ejercicio intermedio para evaluar a nuestros gobernantes y eso es muy válido. Yo por eso fui a votar. El problema a resolver, (diría mi recordado y extraordinario maestro de matemáticas Victoriano García Angüis y luego exponía un galimatías numérico), es que no se puede, no se debe, usar como lo fue en este caso, solo para medir la fuerza y luego entonces el ego del presidente en turno, sino para que sea realmente un ejercicio democrático y para quienes gobiernen este país en los siguientes años, lo hagan conscientes de que se pueden ir a la calle, si no dan resultados.
Es una herramienta invaluable de medición y salvaguarda, la cual debe de ser PERFECCIONADA y entonces, será parte de la exigencia que, como ciudadanos, debemos de exigir y participar para que nunca más sea usada a favor de un partido, sino, por el bien de nosotros mismos, y convertirnos en vigilantes y valuadores de quienes nos gobiernan.
Digo, ¿no?