Becker García
De La Habana a Camagüey: Chapo Soto
Texto leído por quien esto escribe, en la presentación del libro de Arturo Soto, titulado de La Habana a Camagüey.
El zancudo o el Chapo, como se le conoce en el mundo del periodismo, es, sin duda, uno de los mejores cronistas que haya sido parido en Sonora, Es la neta.
Lo conocí allá por 1998, cuando yo iniciaba mi carrera periodística (es un soberbio decir, pero referirme a mi como columnista, se escucha muy gacho, más, cuando me refiero a Arturo que él sí es periodista completo ), y siempre muy aguerrido.
Era, para mí, el cronista pequeño de otros ya consolidados, citó entre ellos a dos: a Froylan Campos, cajemense también, y a Felipe Larios, quienes además, eran su clicka.
Escribe Tomás Eloy Martínez sobre la crónica, que “la misma plantea la necesidad de la presencia del autor en el escenario o situación donde transcurren los hechos, pero considera que el arte de interrogar y verificar los datos constantemente es fundamental en la labor del cronista”
Arturo Soto Munguia, cajemense que le hemos prestado a Hermosillo que ellos suban su nivel periodístico, abunda que, “el trabajo del cronista es retratar el tiempo en una eterna batalla contra la desmemoria, contra el olvido.”
Pocos lo saben ahora, porque el Chapo de pronto sube fotos a sus redes comiendo y bebiendo como Fifí, pero de joven fue (y de alguna manera lo sigue siendo), un militante de izquierda, (Citó a Salvador Allende que también él cita en su libro: “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”).
Entonces y por eso, creo, supongo, quiso escribir este libro de crónicas sobre un viaje que hizo a Cuba, a La Habana y luego a Camagüey.
Dice en su crónica, que su contacto para la presentación de su libro en La Habana, de nombre Deysi, le dijo que no se preocupara, que todo estaría bien. Y escribe: “Lo repetí muchas veces en los pasillos del Aeropuerto Internacional de La Habana, donde el 8 de agosto de 2007 fueron decomisados por autoridades aduaneras, 65 ejemplares del libro De la Habana a Camagüey tras ser clasificado allí mismo como “Contenido CR”. Es decir: contrarrevolucionario.
Qué contrasentido, ¿Verdad?
Y de pronto Arturo nos mete en esa larga espera en ese aeropuerto, con una precisión inaudita, donde, nos narra, el entorno y nos hace estar ahí, preocupados e impacientes, viendo (y hasta nos emocionamos visualmente), a la de la falda que debería de ser más corta: y cito: “Una de las aduanales ya me había ametrallado varias veces con la mirada. La única vez que sonrió lo hizo con una mueca que destilaba ironía.
Es una morena de ojos almendrados, con cabellos que deberían ser más largos y una falda que, para esas piernas, debería de ser más corta.” Digo, ¿No?
Y en ese aeropuerto, recuerda sus tiempos de activo militante de izquierda allá en Hermosillo, y nos cuenta cómo pegaban, clandestinamente, propaganda anti capitalista.
“Pero ir a pegarlo en las paredes, era una expedición temeraria que servía para probar la condición física, más que la convicción política.
Se hacía en la clandestinidad de la noche, agazapados tras los carros y arbustos en las calles aledañas a los centros de trabajo donde el proletariados pudiera ver al otro día, los puños cerrados, el brazo en alto, la consigna y la renga revolucionaria en tipografía grande”
Yo, que al leerlo estoy ahí, agazapado y vigilante; tengo las palabras, el grito presto… Aguas Chapo, ahí vienen los tira…
Si se me permite, y para no ser un spoiler, entonces daré lectura puntual, a una parte de la crónica de cuando el Chapo se subió a un camello, es decir, un transporte colectivo que circula en Cuba más atestado que el Metro capitalino mexicano en hora pico.
Cito de nuevo: “La negra es flaca y alta, casi hasta el techo y parece enferma. Se coloca frente a mí y desde las alturas, me baña con su aliento de ron y me dan ganas de decirle como se dice en mi tierra: “véndeme un cuartito de la peda que traes, bárbara””
Continúo con las palabras de Arturo en su libro: “Miro hacía arriba y sus ojos siguen somnolientos y enrojecidos. Aprieta su mano contra la boca y yo casi veo un torrente de líquidos y sólidos revueltos en olores predeciblemente fuertes”
“Allá en el fondo, muy en fondo de sus ojos extraviados veo un instante de compasión antes de que se voltee a otro lado y doble su espigado cuerpo con un gruñido doloroso que se pierde entre la escandalera de gritos y maldiciones que convierten el camello en un manicomio.”
“Me bajo. A salvo en la banqueta, limpio mis zapatos con el ejemplar del Granma que, cuidadosamente doblado y metido en la bolsa izquierda trasera de mi pantalón, aguardaba para ser leído una vez que bajara de esa aventura”
Digo, si alguno no olió el nauseabundo líquido, si alguno se atreve a decir que no se hizo un lado, en contorsiones increíbles para evitar la salpicada, no quiere decir que Arturo Soto Munguía no sea uno de los mejores cronistas que han parido en Sonora, sino y digo tal vez, habría que leerlo de nuevo
Muchas gracias mi Chapo, leer tu libro de crónicas, de la Habana a Camagüey, no me mató (sino al contrario), y sí, me hizo una agradable roncha.