Es uno de los grandes personajes de la comedia latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX.
Carlos Villagrán, que hoy cumple 80 años, había querido ser actor desde que era muy chico. Mientras esperaba su oportunidad, se convirtió en fotógrafo, como su padre.
Durante los Juegos Olímpicos de 1968, no sólo captó imágenes de los mejores deportistas del planeta; aprovechó, también, para internarse en los estudios de Televisa y establecer contactos.
Quería conseguir una oportunidad frente a las cámaras. Así, gracias a su insistencia y simpatía, empezó a aparecer como extra o con pequeños bolos en diferentes programas de televisión.
En una fiesta privada, impulsado por algunas copas se pusieron a actuar frente a varias estrellas del espectáculo de México. Esa noche lo descubrió Roberto Gómez Bolaños.
Después de reírse a carcajadas durante un largo rato, le ofreció un espacio en su programa de televisión: Los Supergenios de la Mesa Cuadrada. Allí Villagrán hizo decenas de personajes cómicos.
También acompañó a Gómez Bolaños en su siguiente proyecto que se llamó Chespirito. Fue en ese programa que un segmento de diez minutos tuvo un éxito colosal: un sketch que transcurría en una vecindad y en el que personaje central era un chico huérfano de 8 años, El Chavo.