Óscar Félix / MO
El Bulevar Camino Real, una de las principales arterias viales de Ciudad Obregón, se ha convertido en un escenario dantesco.
A la altura de la intersección con las calles Coahuila y Tabasco, una gigantesca laguna de aguas residuales ha invadido el trayecto en ambas direcciones, paralizando por completo el tránsito.
Automovilistas, motociclistas, ciclistas y peatones luchan a diario por sortear los profundos baches y la creciente mancha de aguas negras que se extiende a lo largo de varios cientos de metros.
El nauseabundo olor a alcantarilla inunda el ambiente, haciendo casi irrespirable el paso por esta zona.
La situación es caótica. Los conductores se ven obligados a reducir drásticamente la velocidad o, en el peor de los casos, a desviar su ruta, generando un embotellamiento interminable.
Quienes se aventuran a cruzar la laguna arriesgan seriamente el estado de sus vehículos, exponiéndolos a daños mecánicos y neumáticos.
Vecinos de los fraccionamientos aledaños se muestran indignados y preocupados por la proliferación de enfermedades que podrían desencadenar estas aguas estancadas.
“Es insoportable, la peste es tremenda. Nos sentimos rehenes de esta terrible situación”, comenta una residente.
Mientras tanto, las autoridades municipales parecen ausentes ante la emergencia.
Los ciudadanos claman por una solución urgente que ponga fin a este foco de contaminación y restablezca la circulación en una de las arterias más transitadas de la ciudad.