Milton Martínez Estrada

Sonora asentado sobre un arsenal

Las detonaciones de arma de fuego durante las celebraciones de Navidad y Año Nuevo es una prueba auditiva fehaciente del arsenal en manos de la delincuencia.

Aquí en Sonora se reportaron disparos en Agua Prieta, Sonoyta, San Luis Río Colorado, Nogales y Hermosillo, aunque las autoridades de este último municipio salieron de inmediato a desmentir que se hubiesen registrados en la capital sonorense porque los hermosillenses no saben distinguir entre las explosiones de pirotecnia y una balacera.

Seguramente la delincuencia en Hermosillo nomás trae pistolas de “triquis” o es lo que da a pensar el vocero del Departamento de Tránsito Municipal de Hermosillo, Oviel Quintero, que para no admitir que la maleantada le dio vuelo al gatillo durante los festejos decembrinos le echó la culpa a los hermosillenses que no escuchan bien.

“Por parte de la Policía Preventiva se estuvo recibiendo reportes por detonaciones de arma pero eran confusiones de la gente, ya que muchos hermosillenses no saben diferenciar entre un arma y detonaciones de pirotecnia”, defendió el portavoz municipal.

De risa loca las declaraciones de don Oviel, pero que estas sirvan de colofón para irnos de lleno al tema que nos atañe en esta columna, la primera de 2025.

Resulta que en Nogales nos informaron a las primeras horas del 1 de enero que a las 12:17 AM elementos de la Policía Municipal fueron alertados vía radiofrecuencia del C5 que en el Hospital IMSS Bienestar se registró la llegada de un niño lesionado por proyectil de arma de fuego.

El menor de ocho años fue llevado al nosocomio por su abuelito, quien le declaró a los agentes que en el festejo de Año Nuevo, cuando ambos se encontraban en el exterior de su domicilio ubicado en la calle Aguas Federales, de la colonia Artículo 27, el pequeño sintió un repentino golpe en la espalda y al revisarlo se percató de la herida de arma de fuego en la espalda.

Ante los lamentables hechos, el abuelo y otros familiares trasladaron de emergencia al menor al hospital del IMSS en Nogales donde el diagnóstico médico indicó que la ojiva causó una herida de un centímetro de profundidad y medio centímetro de diámetro en la región escapular derecha (en la paleta derecha, como se le dice popularmente).

Afortunadamente esta lesión no tardará más de quince días en sanar y tampoco puso en riesgo la vida de este pequeño ¡Ufff! Este niño volvió a nacer. No estamos hablando de buena suerte porque fue alcanzado por una bala, pero si ha de ocurrir un mal, que este sea el menor posible.

Recuerdo que allá por el 2009, cuando trabajaba para el Diario de Sonora, en Nogales, una señora reportó que el techo de lámina de su casa había sido impactado de bala en múltiples ocasiones.

La mujer hizo la denuncia ante los representantes de los medios de comunicación porque una de esas balas se impactó en la almohada de un familiar de ella (por no decir el esposo), quien se había acostado temprano en el sillón de la casa porque había consumido alcohol en exceso.

¡Sí! La ojiva se encontró entrampada en uno de los resortes del sillón. Para robustecer este anecdotario de tragedias relacionadas con los disparos al aire entablé una breve conversación con el experimentado periodista policiaco, César Barragán, del Diario de Sonora, quien me trajo a la memoria el caso de un hombre que se despertó con la sorpresa que en su mesa de noche había caído una de esas balas perdidas.

Y no solo eso, que ya sacando cuentas de qué tan lejos le andaba rondando de la muerte, se sorprendió al saber que el proyectil cayó ¡A unos 10 centímetros de donde él reposaba su cabeza al dormir!

Todavía hay más. El buen amigo y mejor periodista, César Barragán, hurgó rápidamente en su memoria para recordar que otro individuo durante los festejos de Fin de Año fue víctima de un impacto de bala justo en la cabeza y que para su buena suerte ( o mala suerte, como usted quiera tomarlo) la ojiva apenas y se le incrustó en el cuero cabelludo.

Lo sorprendente fue que el individuo se trasladó a la Cruz Roja y los paramédicos le hicieron la extracción de inmediato, así, sin más ni más, para que todas las partes prosiguieran con el festejo correspondiente.

Esta es la terrible realidad con la convivimos los nogalenses cada Navidad y Año Nuevo y se las quise compartir en este nuestro espacio de interacción.

Por cierto, el título de esta columna fue inspirado en un comentario del caricaturista nogalense, conocido como el Reger, quien en Facebook dejó la siguiente afirmación:

“Sentado en un arsenal de mi pueblo… No hay novedad”.    

Solo agregaría al buen comentario del Reger, que no solo Nogales está sentado en un arsenal, sino también lo está Sonora y México entero.

Por decir lo menos, las balaceras de Navidad y Año Nuevo en Nogales duran al menos media hora de manera consecutiva y no está demás decir que muchos nogalense se resguardan de la lluvia de balas bajo techos de concreto mientras se desata la “tracatera”, como le dicen coloquialmente a esta balacera.

Además en esos minutos de gusto por el gatillo, los nogalenses se alejan de las ventanas; distinguen por un rato el rugido de los diferentes fusiles para después por hartarse y subirle el volumen a la bocina con la intención de mitigar el ruido de las detonaciones y las metrallas.

Vaya exhibición de poder que ofrecen los gatilleros mientras las autoridades solo se vuelven testigos mudos del mensaje de odio que propagan balas.

No voy a hablar del alcalde que dijo que arrestaría a todos los que echaran bala en la Fiesta de Año Nuevo porque solo basta saber que para llevar a cabo esa misión no le alcanzaría ni el auditorio más grande de su ciudad con la finalidad de aprehender a todos los gatilleros que andan sueltos por su municipio.

¿Quieren una prueba de lo que aquí les estoy relatando? La policía de su municipio no detuvo a nadie esa noche de fiesta y de darle vuelo al gatillo.

Gracias por la lectura y los invito para que el próximo jueves nos reencontremos en nuestro espacio de La Siguiente Pregunta ¡Feliz Año para todos nosotros!

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