Pablo Beltrán
Entre luces y sombras
Y más allá de Barredoras, Adanes, turismo político, dato protegido y otros eventos más, pesa sobre esta nación una espada que, de no saberla lidiar, nos hundiría en un retroceso que nos colocaría en una especie de oscurantismo, que seguramente nadie desea.
Los avances de los planes del expresidente anterior, llamado por algunos como el presidente López Obrador -como si nunca se hubiera ido-, siguen tomando su curso y materializándose ante el gran músculo legislativo del aparato de poder. Ya tenemos un consummatum est a una reforma judicial muy cuestionada, que si bien fue un gran tema de incidencia en la forma republicana y la justicia a impartir, aun de mayor relevancia resulta otra reforma que incidirá en la forma de vida de todos. Todos es todos.
La reforma que viene, como muchos ya lo avizoran, se trata de palabras mayores. Hablar de democracia, no es cualquier cosa, pues la misma, conforme a la constitución, no solamente debe de verse como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo. Le es inherente al empresario, al obrero, al campesino, al profesionista, al oficinista, a la ama de casa, al estudiante, al deportista, a los viejos, jóvenes y niños.
Y así pues, ya fue anunciada con bombo y platillo en la semana, la Comisión Presidencial para la Reforma Electoral, en la cual, mediante el tutelaje del ejecutivo, se ha nombrado al experimentado Pablo Gómez para que la dirija, mismo que tendrá bajo su férula a Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Gobernación, José Peña Merino, titular de la Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones, Ernestina Godoy, consejera Jurídica del Ejecutivo Federal, Lázaro Cárdenas Batel, titular de la Oficina de la Presidencia de la República, Jesús Ramírez Cuevas, coordinador de Asesores de la Oficina de la Presidencia de la República y Arturo Zaldívar, coordinador General de Política y Gobierno de la Oficina de la Presidencia de la República.
Ya en los próximos días deberá de quedar instalada esta comisión, la cual tendrá como misión (objeto), según el artículo segundo del decreto creador: convocar al pueblo a expresarse sobre la reforma electoral conveniente para México y realizar estudios sobre este mismo tema; llevar a cabo los análisis necesarios y elaborar propuestas sobre la reforma electoral; constituir los grupos de trabajo que considere necesarios para el cumplimiento de sus funciones y elaborar y expedir su reglamento interno.
Se sabe, se escucha y se dice, que dentro de este plan de reforma política-electoral, se estaría buscando la forma de cambiar el sistema que rige a los plurinominales, reducción en cámara de diputados de 500 a 300, reducción en cámara de senadores de 128 a 96, la desaparición de los organismos y tribunales electorales locales, la disminución del número de regidores en los municipios, la no reelección de alcaldes y diputados, la modificación estructural y denominación del INE a INEC (Instituto Nacional Electoral y de Consultas), el voto popular de los consejeros electorales -los cuales pasarían de 11 a 7-, disminución en el financiamiento de partidos, bajar el porcentaje de 40 a 33 por ciento para el efecto vinculante de la Consulta Popular y se habla también del voto electrónico…entre otras cosas.
Por supuesto que los temas pueden tener sus variantes, pero lo más importante es que los mismos sean sometidos verdaderamente al consenso nacional, pero sobre todo a académicos y expertos en la materia, de entre los cuales deben de ser llamados los expresidentes y exconsejeros del IFE e INE, pues no hay que olvidar que esta institución fue producto de la lucha de las diversas fuerzas políticas opositoras al PRI-Gobierno, el cual finalmente -aun en hegemonía- aceptó dar parto en 11 de octubre de 1990 a un organismo que cambió la vida de todos los mexicanos, pues no hay que olvidar que veníamos de aquella “caída del sistema” en 1988, cuyo actor principal fue Manuel Bartlett, en beneficio del entonces candidato presidencial Carlos Salinas de Gortari, dejando en el camino a Cuauhtémoc Cárdenas y Maquío Clouthier. Ni por asomo podemos regresar a una especie de Comisión Federal Electoral (CFE que ironía), dependiente de la Secretaría de Gobernación, como alguien lo insinuó hace pocos años, en afán de centralizar la materia.
Sin entrar de momento a mucha profundidad, sin duda que debe de evaluarse en primer orden lo relativo al voto de las minorías a efecto de que las mismas sean debidamente representadas, de ahí que no se vale satanizar a las posiciones plurinominales y de un plumazo caer en la tentación de borrarlas -quizá sí disminuirlas-; pues tampoco hay que olvidar, que precisamente fue la reforma electoral de 1977 de Reyes Heroles, la que dio paso a que políticos de izquierda llegaran a las cámaras legislativas, ente ellos casualmente el conocido y hoy comisionado Pablo Gómez Álvarez. De otra manera, la oposición al PRI no hubiera sido un verdadero contrapeso, a tal grado que, en 1997, los diputados no oficialistas ya tenían mayor número de curules que los herederos políticos de Calles, situación que a la sazón coadyuvó para la salida del PRI de Los Pinos en el año 2000. Gracias a todo este sistema, también dio pauta, a que 18 años después llegara un tercer partido diverso a Palacio Nacional.
De la forma que sea, pero debe de haber gran atención general sobre este asunto que les compete a todos, pues están en juego todas las libertades, que emanan de las democracias reales. De quedar al final del camino una reforma a modo, sería para el ciudadano mexicano como aquella espada -apenas colgada de un crin de caballo-, que pendía sobre la cabeza de Damocles…



