Lorenza Sigala / MO

La vida de un bombero no se mide en años de servicio, sino en las cicatrices que deja cada rescate. Así lo recordaron este jueves Jesús Fierro Romo y Luis Arturo Daniel Téllez, quienes llevaron ante los diputados del Congreso del Estado una petición que resume décadas de sacrificio: el derecho a jubilarse después de 25 años de trabajo.

El dato golpeó fuerte: en los 79 años de historia del cuerpo de bomberos de Hermosillo, por donde han pasado más de 500 elementos, solo dos se han jubilado y uno más ha conseguido una pensión. El resto se quedó en el camino, no por falta de entrega, sino porque enfermedades, lesiones o la muerte se interpusieron antes de alcanzar los 30 o 35 años de servicio que exige la ley actual.

Fierro Romo narró la crudeza de esa realidad: “De los 16 bomberos que entraron en 1986 al Isssteson, solo dos alcanzaron la jubilación. El resto tuvo que abandonar por cáncer, problemas cardíacos o porque no había manera de seguir”. Hoy, agregó, apenas siete sindicalizados se encuentran en proceso de prejubilación, muchos de ellos con el cuerpo marcado por lesiones graves.

El oficial Luis Arturo Daniel Téllez llevó a los diputados más allá de las cifras. Habló de la vida cotidiana en la estación: revisar el equipo, entrenar, atender emergencias a medianoche y enfrentar temperaturas que superan los 300 grados dentro de un incendio. Y recordó momentos que nunca se borran: el día en que atendieron la tragedia de la Guardería ABC en 2009, el accidente en el que su compañero Carlos Estardante quedó parapléjico, o aquel diciembre en que lograron sacar a un niño de entre las llamas, pero la madre no sobrevivió más de una semana.

El cáncer es una sombra que persigue a quienes entregan su vida al fuego. “Ser bombero causa cáncer. Así, contundente, como lo son el plomo o el asbesto”, citó Téllez, señalando que la Organización Mundial de la Salud reconoció en 2022 la relación directa entre la exposición del bombero y esta enfermedad. Recordó el caso del comandante Rodolfo Barroso, diagnosticado con cáncer papilar tras tres décadas de servicio, y el de tantos compañeros que hoy enfrentan cirugías y tratamientos sin haber alcanzado la jubilación.

Los ejemplos se multiplican: Roberto Duarte, muerto de un paro cardíaco a los 47 años durante el COVID; Raúl, maquinista, que no resistió las complicaciones de hepatitis; Manuel Soto, quien falleció de cáncer de estómago; y la buena Estardante, el bombero que ya no puede caminar. Todos con la misma historia detrás: haber entregado su vida al servicio de los demás.

La propuesta que ahora escuchan los diputados incluye no solo jubilar a los bomberos a los 25 años de servicio, sino también crear un catálogo de enfermedades profesionales que reconozca los males que el fuego y el humo dejan en el cuerpo. “A nivel mundial, un bombero tiene 14% más probabilidades de sufrir cáncer que cualquier otra persona”, insistió Fierro.

La diputada Amairani Peña abrió el espacio para la exposición, y la reacción, cuentan los bomberos, les dejó un buen sabor de boca. Vendrán foros, análisis presupuestales y estudios científicos con la Unison y la UES. Para ellos, cualquier avance es ya una esperanza.

“Nosotros servimos con humildad y corazón. Tenemos la confianza de la ciudadanía porque estamos siempre que nos necesitan. Lo único que pedimos es que el Estado reconozca el desgaste que implica esta labor y nos permita jubilarnos con dignidad”, concluyó Téllez.

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