Lorenza Sigala/MO
El reloj marcaba las ocho de la mañana cuando los oficiales Benito Guadalupe Sesma Serrato y Manuel Rodrigo Ochoa Escalante realizaban su ronda habitual frente a una escuela en la zona 6 de San Bosco, en Hermosillo.
Como cada jornada, prestaban apoyo para el ingreso seguro de los estudiantes. Todo transcurría con normalidad, hasta que un reporte del C5 cambió el rumbo de su turno.
El llamado alertaba sobre una mujer con trabajo de parto a unas calles de donde se encontraban. Sin dudarlo, se dirigieron al punto: la colonia Laura Alicia Frías de López Nogales.
Al llegar, encontraron a una joven de 27 años, visiblemente adolorida, acompañada por una vecina.
La mujer decía que el bebé venía en camino y que ya sentía la fuente rota. Los oficiales no perdieron tiempo: la ayudaron a subir a la parte trasera de la patrulla y emprendieron el camino hacia el Hospital de la Mujer.
Sin embargo, durante el trayecto, algo cambió. La mujer empezó a gritar con más fuerza y avisó que el bebé ya estaba saliendo. A la altura de Progreso y Agustín Zamora, los oficiales detuvieron la unidad y revisaron: el bebé ya había coronado. La cabeza del recién nacido era visible. Benito y Manuel hicieron lo que les enseñaron en los cursos básicos de primeros auxilios: se mantuvieron firmes, respiraron profundo y comenzaron a asistir el parto.
“El corte del cordón umbilical, lo hizo el compañero de la ambulancia, al momento que lo agarra el compañero de la ambulancia, me lo pasa a mí cuando empiezan a limpiar al niño de la nariz y los ratitos y de toda la piel. Yo sí, lo sostengo y empieza a limpiar y el compañero hace el corte el cordón umbilical”, explicó Benito.
Mientras uno sostenía al bebé, el otro tranquilizaba a la madre. Minutos después, una ambulancia se unió a la escena. Uno de los paramédicos tomó al recién nacido y cortó el cordón umbilical. El bebé fue limpiado, envuelto en una manta térmica y colocado cuidadosamente en brazos del oficial.
“Sentí mucha alegría”, compartió uno de los agentes. Era su primer parto en el servicio. Ambos reconocieron que, aunque habían atendido situaciones de emergencia antes, nunca una como esta.
El bebé nació bien. Estaba fuerte, de tez clara y con un buen llanto. Para ambos policías, que también son padres, fue una experiencia distinta. “No me tocó estar en el parto de mis hijos, pero ahora sí me tocó recibir a uno”, dijo uno de ellos, aún conmovido.
La mujer fue trasladada al hospital, donde recibió atención médica junto a su hijo. Los oficiales, por su parte, regresaron a su patrullaje. Esa mañana, sin esperarlo, habían sido parte del inicio de una vida.


