Martín Alberto Mendoza
PERCEPCIÓN NO DETIENE BALAS EN NINGÚN LADO MENOS EN CAJEME; MIENTRAS INSISTEN EN PREGONAR QUE HA DISMINUIDO SENSACIÓN DE INSEGURIDAD EN EL MUNICIPIO, LA CALLE DICTA OTRA NOTA: BALACERAS NOCTURNAS, LEVANTONES, CATEOS FALLIDOS Y COLONIAS COMPLETAS QUE SE REFUGIAN TEMPRANO; FURIA QUE GOLPEA A CIUDAD OBREGÓN NO SÓLO DESANGRA SUS ARTERIAS VIALES, SINO QUE VA CARCOMIENDO EL ALMA MISMA DEL ESTADO; LA JUSTICIA, USTED LO SABE BIEN, NO SE MIDE POR DUREZA DE LOS CASTIGOS, SINO POR LA SERENIDAD DEL ORDEN QUE DEVUELVE; CUANDO LA LEY SE VUELVE UN RITO SIN FUERZA, EL MIEDO OCUPA EL LUGAR DE LA CONFIANZA Y AUTORIDAD SE DILUYE EN LA COSTUMBRE DEL FRACASO; MANTENER LA CIUDAD EN PRIMEROS LUGARES ES SEÑAL DE QUE LA RESPUESTA INSTITUCIONAL HA SIDO INSUFICIENTE; NO SE TRATA DE SEÑALAR POR SEÑALAR, SINO DE EXIGIR RESPONSABILIDAD Y PLANTEMIENTOS SERIOS: CAMBIOS ESTRUCTURALES, COORDINACIÓN INTERINSTITUCIONAL REAL Y PLANES DE LARGO PLAZO QUE INCLUYAN PREVENCIÓN, INTELIGENCIA Y ATENCIÓN SOCIAL; CADA NÚMERO EN LAS TABLAS DE HOMICIDIOS REPRESENTA UNA VIDA QUE NO TENDRÁ REGRESO; ESO EXIGE MÁS QUE PROMESAS; A CINCO AÑOS DEL PRODITORIO CRIMEN DE ANDRÉS ALONSO MOROYOQUI ESTRELLA TODO PERMANECE EN EL OLVIDO; LO ULTIMARON AL SALIR DE LA DELEGACIÓN VILLA CALIFORNIA; ANTES Y DESPUES DE AQUEL OPERATIVO EN ARIZPE DE 2008; EN UNA SOLA NOCHE, SONORA RECUPERÓ LA CALMA QUE EL MIEDO PRETENDÍA ARREBATARLE. HOY, AL MIRAR ATRÁS, DUELE RECONOCER QUE EN AQUEL TIEMPO SÍ SE PUDO, Y HOY PARECIERA QUE NO; DIFERENCIA NO ESTABA EN CANTIDAD DE ARMAS NI EN LA TECNOLOGÍA, SINO EN EL COMPROMISO; AQUELLA PALABRA QUE SE PRONUNCIA POCO, PERO QUE DEFINÍA TODO: COMPROMISO CON LA LEY, CON LA GENTE Y CON EL DEBER; EN ESA ÉPOCA ABEL MURRIETA (QEPD) ERA PROCURADOR DE JUSTICIA EN LA ENTIDAD; SABÍA QUE TODO SE PODRÍA, POR ESO AQUÍ REPITIÓ: ‘SIN MIEDO Y DE FRENTE’
CONCLUYÓ la penúltima semana de octubre, sumándose a las estadísticas teñidas con el color de la tragedia, otros siete homicidios para llegar a veintisiete a cinco días de que caigan las últimas hojas del calendario del décimo periodo de este año. Otra vez se registra un ‘pico histórico’ más, como diría el Fiscal del Estado, Gustavo Rómulo Salas Chávez, a quien por cierto habría que preguntarle qué estado guardan las pesquisas del asesinato del ahora ex comandante de la Policía Preventiva, Andrés Alonso Moroyoqui Estrella, quien contaba con 43 años y más de veinte de servicio en las filas policiales. Fue ultimado el 27 de octubre de 2020, por sujetos que, a estas alturas ya deben estar identificados. Ayer, de cumplieron cinco años de su proditorio crimen perpetrado al salir de la delegación Villa California, en calles Quintana Roo y Cucurpe. Acababa de cumplir su primera jornada de trabajo, luego de que fue cambiado a la tropa tras ser removido como comandante de la Comisaría de Pueblo Yaqui. Su última misión consistió en participar en los preparativos del festejo de San Judas Tadeo, debido a le correspondía a esa demarcación la vigilancia de los tradicionales festejos que, cada año se realizan en la referida y concurrida parroquia situada en la colonia Real del Sol, en la parte norponiente de Ciudad Obregón. Han transcurrido cinco años de impunidad, al igual que los homicidios de los agentes Carlos Omar Aguilar Alarid y Ricardo Lozano Alvidrez, cometidos en ese fatídico mes de octubre, en el que les arrebataron la vida a los tres entre los días 17 y 27, aunque en distintos escenarios. Esto, prácticamente obligó al entonces titular de la Secretaria de Seguridad Pública Municipal (SSPM), ingeniero y abogado, Francisco Cano Castro, a dejar la corporación. Han transcurrido más de mil 825 días y la carpeta de investigación de seguro que permanece empolvada entre el olvido y estériles discursos del oficialismo…EN ESE CONTEXTO, el pasado fin de semana la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) dio a conocer que Ciudad Obregón vuelve a figurar, una y otra vez, entre las diez ciudades más peligrosas del mundo; la estadística del Consejo Ciudadano lo confirma: 89.2 homicidios por cada 100 mil habitantes. No son cifras abstractas: son familias destrozadas, vidas truncadas y barrios que conviven con el miedo cotidiano. La persistencia de estos números revela una falla sistémica: no basta con operativos aislados ni con comunicados que prometen resultados. Hace falta un rediseño profundo de la estrategia de seguridad, con decisiones de mando basadas en experiencia y diagnóstico territorial. En Obregón existen ex mandos con amplia experiencia que conocen las dinámicas delictivas y podrían aportar soluciones prácticas; su conocimiento debe integrarse, no descartarse. Mantener la ciudad en los primeros lugares es una señal de que la respuesta institucional ha sido insuficiente. No se trata de señalar por señalar, sino de exigir responsabilidad y propuestas serias: cambios estructurales, coordinación interinstitucional real y planes de largo plazo que incluyan prevención, inteligencia y atención social. Cada número en las tablas de homicidios representa una vida que no tendrá regreso; eso exige más que promesas. Si no actuamos con urgencia, seguiremos pagando. La paz no se recupera con silencios administrativos: se recupera con decisiones valientes, con liderazgo competente y con la voluntad política de priorizar la vida de la gente. ¿Hasta cuándo? Mientras no haya cambio, seguiremos pagando…LA VIOLENCIA que golpea a Ciudad Obregón no sólo desangra sus calles, sino que va carcomiendo el alma misma del Estado. La justicia, usted lo sabe bien, no se mide por la dureza de los castigos, sino por la serenidad del orden que devuelve. Cuando la ley se vuelve un rito sin fuerza, el miedo ocupa el lugar de la confianza y la autoridad se diluye en la costumbre del fracaso. No hay cifra que alcance para describir esa pérdida interior, ni discurso que justifique tanta resignación. Lo que en verdad se está extinguiendo no es sólo la paz, sino la fe en que la justicia aún pueda pronunciar palabra. Un ex mando ya jubilado de la antes llamada Policía Judicial del Estado y después de la Estatal Investigadora, comentaba con honda exaltación que aún recordaba con absoluta claridad aquellos días de 2008, cuando el estruendo de las armas rompía el silencio de la sierra de Arizpe. Bastó una orden, una sola instrucción, para que todo el aparato del Estado se activara. En cuestión de horas estaban en la zona norte, colindando con Chihuahua, enfrentando a los grupos delictivos conocidos como La Línea. Eran veintidós vehículos, cada uno con al menos siete hombres armados, vehículos blindados, equipados con sistemas de nitro para alcanzar velocidades extremas. Y allí estaban ellos: con helicópteros, con armas largas, pero sobre todo con convicción, con honor y con el profundo respeto que inspira servir a una sociedad que merecía paz. Aquella jornada fue un día de guerra… y, sin embargo, lograron contenerlos. En una sola noche, Sonora recuperó la calma que el miedo pretendía arrebatarle. Hoy, al mirar atrás, duele reconocer que en aquel tiempo sí se pudo, y hoy pareciera que ya no. La diferencia no estaba en la cantidad de armas ni en la tecnología, sino en el compromiso. Aquella palabra que se pronuncia poco, pero que definía todo: compromiso con la ley, con la gente y con el deber. Y uno se pregunta, si ese compromiso se ha perdido, o si simplemente hemos dejado que otros intereses lo silencien. Porque la paz no se compra ni se decreta: se defiende, con valor y con honor, como lo hicieron aquella vez en que Sonora demostró que la voluntad puede más que el miedo. Es justo decir que todavía están activos algunos mandos que intervinieron en ese operativo que cimbró la conciencia de los sonorenses al reconocer que ante todo se impuso la convicción y voluntad, algo que en la actualidad no sabemos porque se les ha complicado tanto…AL RECORDAR esta hazaña de que literalmente todo se puede, todavía retumban las expresiones del extinto candidato a la Alcaldía de Cajeme, Abel Murrieta Gutiérrez, y es que ese entonces él era procurador de Justicia y tenía la capacidad para afrontar la delincuencia que por años se ha enquistado en el municipio gracias a la simulación y falta de compromiso desde el policía hasta el Ministerio Público y de los fiscales ni qué decir. Dolorosamente se ha preponderado ese vacío de autoridad como parte de ese rito blandengue que ahora impera. Sabía que la paz no se mide con encuestas, se mide con menos funerales, no con más detenidos más bien con más verdaderos sentenciados y súmele algo más… que sean los causantes de tantas tropelías en esta ciudad. Cajeme es la ciudad que adelanta la noche para llegar a salvo al día siguiente. Es un semáforo en amarillo permanente, esto lo sabía perfectamente Abel y frecuentemente lo platicaba en los días postreros. Desde ese entonces las calles solas por la noche son el reflejo del miedo en silencio de los cajemenses. La avenida Miguel Alemán ya no es el ir y venir de carros con jóvenes que celebran el fin de semana; hace apenas unos años se desbordaba tanta algarabía que tuvieron que reubicarlos hacia la Sinaloa y otras vías aledañas, los locales y centros nocturnos eran jolgorio y bullicio de viernes y sábado por la noche, pero todo se fue apagando, hasta llegar al hartazgo que ilustran episodios como aquel de una agente AMIC que, por un hecho mínimo, empuñó su arma oficial por un incidente de tránsito donde una mecha corta que retrata a una ciudad cansada. Hoy ya no ‘hay permisos’ para estas nuevas generaciones y me refiero a esos permisos no escritos de los buenos padres de familia que empujan a quedarse en casa, a adelantar el reloj, a vivir con el freno puesto. Pero son permisos firmados con el miedo, por la costumbre y por la omisión. Nadie los anunció, pero todos los entendieron…COMO PARA no perder la costumbre, durante la madrugada de ayer, se reportó una agresión con armas de fuego en Villa Bonita, y aunque trascendió más allá de la frecuencia radial, por la mañana nadie informó nada. Como encargado de sobrevigilancia estuvo Adán Valenzuela Cruz, de quien todo se puede esperar menor honestidad y trabajo… Luego seguimos, Dios mediante.


