Milton Martínez Estrada

Un triste recuerdo de Bavispe

El asesinato de nueve integrantes de la familia mormona LeBarón-Langford-Miller acontecido la mañana del lunes 4 de noviembre de 2019, es el recuerdo de una masacre impune.

El Sonora Profundo fue acribillado hace seis años y solo hay 36 personas detenidas que para nada sirven de consuelo a estas familias.

Ante la lentitud de las autoridades, las familiasLeBarón-Langford-Miller LeBarón-Langford-Miller demandaron al Cártel de Juárez en una corte de Estados Unidos por la masacre en Bavispe, Sonora.

Los miembros de la familia presentaron la demanda federal el 23 de julio de 2020, con la acusación de que este cártel de llevar a cabo el ataque en la carretera del 4 de noviembre de 2019 en represalia por sus críticas públicas y protestas contra este grupo delictivo.

También alegan que la masacre contra su familia tiene un nombre y es “terrorismo internacional”.

A seis años de aquella masacre les recuperó los hechos:

Cerca de las nueve de la mañana, de aquel fatídico lunes 4 de noviembre, las familias LeBarón, Langford y Miller partieron en tres camionetas, con 17 pasajeros a bordo, desde las nueve de la mañana de La Morita, la comunidad mormona enclavada en la sierra alta sonorense (a unos 329 kilómetros al noreste  de Hermosillo) con dirección a Pancho Villa, Chihuahua y Phoenix, Arizona, en los Estados Unidos.

El motivo de aquella travesía familiar era el entonces próximo enlace matrimonial de Kendra Miller.

Prosigo con los hechos: A unos 4.5 kilómetros, de la comunidad, se registró el primer ataque, María Rhonita Miller LeBarón y cuatro de sus hijos Howard Jacob, de 12 años de edad; Krystal, de 10; y los gemelos Titus Alvin y Tiana Gricel, gemelos de casi ocho meses, fueron emboscados cuando se encontraban al interior de la camioneta familiar, de la marca Tahoe.

La camioneta se envolvió en llamas, supuestamente, porque las ojivas alcanzaron el tanque de la gasolina, no obstante, la fiscalía sonorense remolcó los restos incinerados de esta unidad para que especialistas en explosivos realizaran los peritajes.

Unos 18 kilómetros más adelante, en un camino que es una auténtica brecha de no más de siete metros de ancho, fue alcanzada por las balas una Suburban color blanco en donde yacían los cuerpos de Christina Marie Langford, de 31 años de edad y los pequeños Trevor y Rogan, quienes fueron acribillados.

Christina fue una heroína hasta el último segundo, al saberse flanqueada por los inmisericordes gatilleros, paró la marcha de la unidad, descendió de la misma con los brazos en alto para implorar por sus vidas y no fue suficiente: los gatilleros descargaron su furia en forma de balas.

De este último ataque, unos dos kilómetros antes de abandonar Sonora, a quince metros de una Suburban color blanco, se encontró el cuerpo sin vida de Dawna Langford.

Al menos cinco de los ocho sobrevivientes resultaron heridos, el más grande de los sobrevivientes, de 13 años, de quien se omite sus nombres por seguridad, fue quien recorrió el camino de terracería, unos 20 kilómetros, para avisar a sus familiares de la desgracia que había caído sobre las familias LeBarón, Langford y Miller.  

Esa indignación y luto se extendió a lo largo y ancho de México, Estados Unidos y el mundo entero.

Por aquellos días, la hipótesis más fuerte es la que establece una confusión, sin embargo esta línea de investigación palidece cuando se confirma que al menos cuatro de los nueve asesinados fueron ultimados con el tiro de gracia.

Otra versión se inclina a que el pasado de la familia LeBarón, asentada en los límites de Sonora y Chihuahua desde 1924, es la principal causa sobre todo porque en cinco años cumplirían un siglo de sobreponerse a las adversidades locales, entre ellas, a el crimen organizado que ya les ha arrancado a 10 de sus familiares en los últimos 13 años.

La familia rechazó categóricamente esa hipótesis debido a que no habían recibido amenaza alguna o ultimátum.

La línea de investigación más explosiva la colocó un exdirector de la policía municipal en Nogales, quien solicitó que su nombre no fuera revelado.

El ex mando policiaco externó su opinión con base a su experiencia y conforme a la información que recibe de sus otroras subalternos en toda la frontera norte sonorense, con quienes sigue en contacto.

El entrevistado detalló a este columnista que el ataque a las familias LeBarón, Langford y Miller solo puede explicarse con el ataque armado de la madrugada de ese mismo 4 de noviembre en Agua Prieta, Sonora, unas 4 horas antes de la masacre.

Aquel lunes 4, los aguapretenses se despertaron con el rugido de las metrallas.

También lo relaciona con lo acontecido el 11 de junio de 2019 cuando un comando armado ejecutó a 9 sujetos en Agua Prieta y Naco.

Aquella violenta tarde, en una balacera de 15 minutos, murieron cinco personas.

En este par de refriegas, una bala perdida impactó la pierna izquierda del niño Omar “N”, de 12 años de edad, a quien se le reportó fuera de peligro.

Todavía peor.  La fuente informativa asegura que el violento amanecer en Rosario Tesopaco, del 21 de junio de 2019. Los habitantes de esta población vivieron un infierno esa madrugada, pues durante 120 minutos el ensordecedor sonido de las armas no cesó.

Informes periodísticos dados a conocer ese día revelaron que al menos una treintena de gatilleros perdieron la vida en el desencuentro, pero los cadáveres fueron recogidos de inmediato y solo las manchas de sangre quedaron por doquier.

El ex jefe policiaco concluyó que los grupos delincuenciales que operaban en aquella  zona esperaban en la brecha a gatilleros que venían huyendo de Agua Prieta, pero se encontraron a la caravana mormona de grandes camionetas y se perpetró el ataque.

“Cuando la gente de Agua Prieta pidió apoyo a todos los grupos de la región (Bavispe y Sierra Alta) esperaban a los que venían huyendo y ocurrió que se encontraron a los integrantes de la familia LeBarón”, precisó el informante.

Poco más de esto se sabe. Solo queda el luto y el desconsuelo.

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