Lorenza Sigala / MO

En Villas de San Lorenzo, la lluvia del domingo por la noche no fue una más de temporada. En menos de una hora, las calles se transformaron en ríos y las casas en estanques. El agua, alimentada por la corriente natural de un arroyo que desemboca en la colonia, alcanzó hasta dos metros de altura en los puntos más bajos. La escena, todavía visible este lunes, recuerda más a un huracán que a una tormenta en el desierto.

¿Las posibles causas? Vecinos refieren la construcción De una bodega u almacén construido a espaldas de la cerrada que interfiere en el caudal natural que ahí converge y qué ahora con la construcción forma un estanque qué genera presión contra las bardas de sus viviendas.

En la Avenida del Cedro, las viviendas 90 y 92 cargan con el peor saldo. Luz Elena Esquer perdió su cocina integral, refrigerador, sala y hasta parte de la estructura de su hogar. “El agua reventó los vidrios, levantó el piso y dejó la casa inhabitable. Todo lo que teníamos en la planta baja se fue”, relató con resignación, mientras señalaba las marcas del nivel del agua en las paredes.

A un costado, Roselena Vázquez, convaleciente de una operación, permaneció en el segundo piso sin poder bajar mientras veía cómo la planta baja de su vivienda quedaba destruida. Puertas, muebles y hasta el baño fueron arrancados por la fuerza del agua. “Nos quedamos atrapados, no podía moverme. Al menos seguimos vivos, pero nuestra casa ya no es la misma”, comentaron vecinos, visiblemente afectados.

El vecino José Duarte, quien junto a otros colonos se vio obligado a derribar bardas para dar salida al agua y evitar una tragedia mayor, asegura que esto no fue producto de la naturaleza. “Aquí atrás están construyendo una bodega, en pleno cauce del arroyo. Desde el viernes avisamos a Protección Civil que el agua se estaba estancando porque la barda bloqueaba el desagüe. Nadie hizo nada. La barda colapsó y el torrente entró a nuestras casas como un río”, dijo.

Lo que más indigna a los habitantes es la respuesta de las autoridades. A pesar de los reportes previos y de la magnitud de la emergencia, el ayuntamiento acudió al lugar más de 12 horas después de la inundación, únicamente con cuadrillas de limpieza para recoger escombros. “Llegaron a limpiar como si aquí no hubiera pasado nada, como si quisieran borrar las huellas del desastre. Pero nosotros tenemos fotos, videos y testigos de lo que ocurrió”, reclamó Luz Elena.

Mientras tanto, familias enteras se encuentran sacando lodo con palas y cubetas, tratando de rescatar lo poco que quedó. Los vehículos, que para muchos son herramientas de trabajo, quedaron convertidos en chatarra. En las calles se amontonan muebles mojados, colchones y electrodomésticos inservibles.

Vecinos aseguran que esta no es la primera vez que el agua se acumula en esa zona, pero nunca había alcanzado tales dimensiones. “Si no hubiéramos tumbado la barda, hoy estaríamos llorando muertos. Dos metros de agua es suficiente para acabar con una vida en minutos”, advirtió José Eduardo, quien insiste en que se revise la legalidad de las obras.

En Villas de San Lorenzo no hubo pérdidas humanas, pero sí una tragedia silenciosa: decenas de familias que en cuestión de horas lo perdieron todo. Hoy, entre el lodo y el olor a humedad, la exigencia es clara: que se investigue a los responsables de la construcción que obstruyó el cauce y que las autoridades no dejen solos a quienes sobrevivieron a “la noche en que el agua se llevó todo”.

Más allá de los daños materiales, lo ocurrido desnuda una realidad incómoda: en Hermosillo las lluvias no solo son fenómenos naturales, sino también pruebas de fuego para un modelo urbano que ignora cauces, permisos y advertencias vecinales. Cada temporada, la historia se repite: familias que pagan con sus patrimonios los errores de planeación y la indiferencia de autoridades que llegan tarde. Villas de San Lorenzo es un recordatorio de que las tragedias no siempre las provoca la naturaleza, muchas veces nacen de la negligencia humana.

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