Martín alberto Mendoza/MO
SEGUIMOS FALLANDO COMO PADRES ANTE SOCIEDAD; ADOLESCENTE ASESINADA EN URBI VILLA DEL REAL ES TRISTE REFLEJO DE UNA COMUNIDAD QUE HA PERMITIDO QUE SUS HIJOS CREZCAN SIN RUMBO, SIN GUÍA Y CONTENCIÓN FAMILIAR; LA RESPONSABILIDAD DE CUIDAR, ORIENTAR Y PROTEGER A LOS HIJOS NO ES NEGOCIABLE; ES UNA OBLIGACIÓN JURÍDICA Y MORAL; LOS PADRES QUE ABANDONAN ESE DEBER COMETEN DELITOS DE OMISIÓN QUE DEBERÍAN SER PERSEGUIDOS CON MISMO RIGOR QUE CUALQUIER HOMICIDIO; CUANDO HOGARES SE VACÍAN DE ATENCIÓN, EL CRIMEN LOS LLENA DE TRAGEDIA; LO QUE HOY LAMENTAMOS CON LÁGRIMAS PUDO HABERSE EVITADO CON PRESENCIA, CON LÍMITES, CON AMOR Y CON RESPONSABILIDAD; LA VIOLENCIA NO SOLO PROVIENE DE LOS DELINCUENTES ARMADOS, SINO TAMBIÉN DE INDIFERENCIA, DE PADRES AUSENTES, DE ADULTOS QUE RENUNCIAN A FORMAR Y ACOMPAÑAR; NO HAY JUSTIFICACIÓN POSIBLE: DEJAR A HIJO A SU SUERTE ES TAMBIÉN UNA FORMA DE MATARLO EN VIDA; JUSTICIA EMPIEZA EN CASA; SI SEGUIMOS PERMITIENDO QUE LA OMISIÓN SEA COSTUMBRE, SEGUIREMOS ENTERRANDO HIJOS QUE NUNCA DEBIERON MORIR; EN CAJEME, EL CIUDADANO SIGUE VIENDO LO MISMO: PROCESOS ESTANCADOS, DECISIONES OPACAS Y UNA JUSTICIA QUE NO TERMINA DE LLEGAR Y POR ELLO CON SEMEJANTE IMPUNIDAD ACTÚAN DELINCUENTES; NO SE TRATA DE SEÑALAR CULPABLES, SINO DE EXIGIR QUE INSTITUCIONES FUNCIONEN, QUE DEN RESPUESTAS Y QUE ACTÚEN CON VERDAD Y RESPETO POR LA VIDA. EN DISCURSOS HABLAN DE TRANSPARENCIA, PERO LOS INFORMES NO EXPLICAN; SE PRESUME ÉTICA, PERO EL SILENCIO PESA MÁS QUE LOS COMPROMISOS; EL PROBLEMA NO ES LA LEY, ES LA FALTA DE VOLUNTAD PARA HACERLA VALER.
A RAÍZ del vendaval de crímenes que se cometieron durante la tarde y noche del miércoles y jueves, otra vez estremeció la conciencia ciudadana tras la muerte de siete personas entre éstas cuatro mujeres, una de ellas de apenas catorce años de edad, lo cual nos conlleva a replantear qué nos está pasando como padres de familia y pilares de la sociedad, al no percibir los estragos que está provocando la omisión de no poner los ojos con responsabilidad en nuestros vástagos. Perdón si vuelvo a insistir en este tema, pero es de considerarse toral, profundamente humano y moralmente urgente. Una adolescente asesinada con cuatro disparos en Urbi Villa del Real. No solo fue una de las siete víctimas de la ola impresionante de violencia que vivió Cajeme esa noche, ella era apenas una muchachita domiciliada en la colonia Ladrillera. Tenía nombre, tenía vida, y tenía un futuro que alguien decidió arrancarle. Pero esto no se trata solo de una cifra más en la estadística del crimen, sino del reflejo más triste de una sociedad que ha permitido que sus hijos crezcan sin rumbo, sin guía y sin la mínima contención familiar, como ya lo hemos planteado en este espacio. Hay que ser muy precisos; una menor de edad no tiene por qué estar a la deriva, ni en la calle, ni expuesta a entornos de riesgo. La responsabilidad de cuidar, orientar y proteger a los hijos no es negociable; es una obligación jurídica y moral. Los padres que abandonan ese deber cometen delitos de omisión que deberían ser perseguidos con el mismo rigor que cualquier otro crimen. Porque cuando los hogares se vacían de atención, el crimen los llena de tragedia. Lo que hoy lamentamos con lágrimas pudo haberse evitado con presencia, con límites, con amor y con responsabilidad. Tristemente en Cajeme, los asesinatos se multiplican y entre los muertos ya hay adolescentes, muchachas que deberían estar estudiando o soñando con su futuro, no cayendo víctimas de balas que jamás debieron alcanzarlas. La violencia no solo proviene de los delincuentes armados, sino también de la indiferencia, de los padres ausentes, de los adultos que renuncian a formar y acompañar. No hay justificación posible: dejar a un hijo a su suerte es también una forma de matarlo en vida. Y, ante esto es indispensable decirlo sin rodeos: los padres que no cuidan, que permiten que una niña de catorce años camine sin destino, comparten parte de la culpa. No basta con llorar después del crimen ni exigir justicia cuando el daño ya es irreparable…ES JUSTO recalcar que la justicia empieza en casa, con la vigilancia, el ejemplo y el afecto. Porque si seguimos permitiendo que la omisión sea costumbre, seguiremos enterrando hijos que nunca debieron morir. Hoy les hablo con la tinta débil de mi pluma a padres de familia, no esperen a que la tragedia toque su puerta para entender la magnitud de su deber. Educar no es solo alimentar o vestir, es acompañar, orientar y poner límites con amor y firmeza. Aquí no hay política pública ni autoridad capaz de sustituir la presencia y el ejemplo de un padre o una madre comprometidos. Mientras sigamos delegando la crianza al azar, a las calles o a las pantallas, seguiremos formando generaciones que no distinguen el valor de la vida. Que esta muerte como tantas otras nos despierte la conciencia, porque los hijos no se pierden de golpe: se pierden poco a poco, cuando dejamos de mirarlos, de escucharlos y de estar con ellos diariamente. Es una dolorosa realidad que se vive en muchos hogares de la localidad. En respuesta a lo sucedido la noche de horror vivida en el quiebre de semana, el Contralmirante de Marina, Claudio Cruz Hernández, expresó que la prevención comienza en el seno del hogar y por esto reiteramos que la justicia empieza en casa. No hay que olvidarlo. Ojalá lo entendiéramos y pusiéramos en práctica como jefes y jefas de familia. No es la primera ocasión que muere una jovencita en la vorágine de violencia que está presente en calles de Ciudad Obregón, aunque luego autoridades traten de justificar lo sucedido denominándolos como ‘picos históricos’ cuando lo prudente es reconocer que se está fallando porque a ningún lugar nos conduce que esto lo diga el Fiscal del Estado, Gustavo Rómulo Salas Chávez, como lo hizo el jueves en Hermosillo frente al delegado estatal de la Fiscalía General de la República, en Sonora, Francisco Sergio Méndez, al dar a conocer la captura de cuatro presuntos delincuentes que podrían estar inmiscuidos en los homicidios que se perpetraron durante martes y miércoles. Aunque en realidad fueron diez con el cadáver localizado durante la mañana del martes frente a la colonia Severo Girón de Providencia. El hallazgo, como se los comenté en tiempo y forma lo hicieron integrantes del colectivo Guerreras Buscadoras de Cajeme. Y, aunque conocen la identidad de la víctima se la reservaron hasta que sea corroborada mediante estudios genéticos que realizarán en el Laboratorio Inteligente Científico Forense de la Fiscalía de Justicia del Estado…HAY CIUDADANOS que se pregunten una y otra vez, eso sí, muy decepcionados, qué está pasando en Cajeme, porque después de que cayeron cuatro presuntos sicarios, hostilidades criminales continuaron la noche del jueves. Para empezar de un hotel ubicado en calle Base un grupo armado se llevó a dos hombres y una mujer luego de irrumpir llevando embrazadas potentes armas de fuego. Y, como parte de sus perversidades golpearon a otro huésped que formaba parte del cuarteto. Lo dejaron atado con cinchos y una vez que los tipos huyeron el hombre se zafó de las ataduras para escapar y como pudo avisó a las autoridades. Inicialmente arribaron elementos de la Comisaría de Providencia donde despacha como comandante Sergio Everardo Esquer, quien no creemos que haya acudido a ese llamado ocurrido después de la 1:00 de la mañana del jueves. Mucho se ha dicho que otra vez la corrupción nos pasa la factura. Se construyó un sistema para combatirla, pero en lugar de dientes le dieron protocolo, discursos y oficinas sin alma. Hoy, en Cajeme, el ciudadano sigue viendo lo mismo: procesos estancados, decisiones opacas y una justicia que no termina de llegar y por ello con semejante impunidad actúan delincuentes. No es afán de jorobar, pero las desapariciones de una mujer y dos hombres, siete homicidios en cuatro horas, una adolescente sin vida y otra persona ‘levantada’ reflejan una realidad que duele: la desconfianza crece más rápido que las soluciones. No se trata de señalar culpables, sino de exigir que las instituciones funcionen, que den respuestas y que actúen con verdad y respeto por la vida. En los discursos se habla de transparencia, pero los informes no explican; se presume ética, pero el silencio pesa más que los compromisos. El problema no es la ley, es la falta de voluntad para hacerla valer. En tanto, el sistema anticorrupción sigue tirado y desaseado, igual que la esperanza de un Cajeme que merece mucho más que promesas…DIEZ ASESINATOS en cuarenta ocho horas, sumando el caso del jovencito identificado como Ángel que había llegado de Nogales, Sonora, para pasarse una semana con sus abuelos en la colonia Casa Nueva, pero el destino le tenía preparado fatal sorpresa al terminar los días de su vida tras ser tocado por mortíferas balas que le dispararon desconocidos. De verdad, pero que triste epílogo de un viaje de descanso y vacaciones al lado de sus seres queridos. El adolescente, quien apenas tenía 17 años, nunca se imaginó que el fin de su vida se escribiría en Ciudad Obregón, a donde seguramente llegó ilusionado. Mientras que en el fraccionamiento San Gabriel, sector a cargo del comandante, Miguel Roberto Beltrán Cuamea, sujetos con fusiles de asalto se llevaron a Francisco, un peluquero de la Valle Verde que se encontraba en una vivienda de un amigo. Fue una víctima más de otra noche que volvió a demostrar que en Cajeme la autoridad es apenas un espejismo con una mirada pasiva de los tres niveles de gobierno. La violencia se mueve con libertad, los criminales actúan sin resistencia y la población sobrevive entre el miedo, la impotencia y el silencio…Luego seguimos, Dios mediante.


