Por Lorenza Sigala

Hermosillo, Sonora.- Ante la mirada de sus familiares y autoridades castrenses, jóvenes formados en perfecto orden entre el brillo de las armas y primeros auxilios, la mañana del sábado se realizó la Ceremonia de Entrega de Cartillas Liberadas y Reconocimientos a los Conscriptos de la Clase 2006, remisos y mujeres voluntarias.

El evento marcó el cierre de un año de servicio para decenas de jóvenes, pero también el inicio de una historia distinta para quienes decidieron enlistarse por voluntad propia.

Una de esas voces fue la de Jimena Quintero Rábago, soldado raso, quien se acercó sonriente al podio mientras recibía aplausos. Acababa de terminar su servicio militar, y con ello, un capítulo que —según reconoce— le cambió la vida.

“Mi nombre es Jimena Quintero Rábago y soy soldado raso… Sí, acabo de terminar mi servicio militar”, dijo todavía con el uniforme perfectamente alineado.

Ser una de las pocas mujeres en terminar la instrucción no le pesa; al contrario, le da orgullo.

“Me siento muy feliz, porque como dice la palabra, soy voluntaria. Culminar un proyecto así, un trabajo así, me llena muchísimo”, compartió.

Rompiendo mitos desde dentro

Durante años, alrededor del Servicio Militar Nacional han circulado historias de maltratos, insultos y castigos. Jimena escucha esos comentarios con paciencia, pero desde su propia experiencia, los desmiente con firmeza.

“Esos tabúes son mentiras. Aquí no se ve nada de eso. Al contrario: es disciplina, formación, marchas, trabajos en equipo. Son cosas muy padres”, explicó sin titubeos.

Para ella, el aprendizaje más grande fue interno:

“Disciplina más que nada. Formación al marchar. Muchos compañeros aprendimos a tener un orden… Me siento muy feliz”, agregó mientras recordaba los entrenamientos, las jornadas bajo el sol y las prácticas junto a sus compañeros.

Un mensaje para la patria

Durante el acto, otra soldado raso de nombre Gema Guadalupe Sánchez Tarazón, también dirigió unas palabras a los asistentes.

Recordó que este año no solo fue entrenamiento, sino un proceso de formación cívica y personal.

“Las mujeres voluntarias y los jóvenes del Servicio Militar Nacional asumimos un compromiso con la patria. Aprendimos disciplina, respeto, trabajo en equipo y, sobre todo, amor a nuestra nación”, expresó.

También dedicó un mensaje a quienes acompañaron el proceso desde casa:

“A nuestras familias, gracias por su apoyo incondicional. A nuestros instructores, gracias por su enseñanza y por demostrarnos que la responsabilidad y la lealtad se muestran con acciones”.

Un cierre que abre caminos

Mientras los jóvenes recibían sus documentos liberados, muchos posaban para las fotografías que marcarían el cierre de una etapa. Jimena y Gema, sin embargo, parecían llevarse algo más que un papel: el orgullo de haber superado lo que muchos no se atreven a intentar, y sobre todo, de demostrar que la disciplina también tiene rostro de mujer.

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