Y vaya que las tronantes declaraciones de la semana del Ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en contra del ex presidente Calderón y la entonces primera dama Margarita Zavala, han puesto al Poder Judicial en el pandero de la política nacional y no en los términos tradicionales.

La presentación de un libro de Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, donde narra sobre sus vivencias en el terreno judicial, dio pauta para que el titular de ese poder expresara que durante su proyecto del caso ABC, fue presionado para desvincular a familiares de Zavala Gómez del Campo.

Evidentemente, con tal actitud, el Ministro se congracia profundamente con el actual  titular del ejecutivo. Aun ante los guiños de éste desde hace tiempo, aquél se había mantenido serio, profesional, sin protagonismo alguno, tan así que rechazó la ampliación de su período conferida en un transitorio de la reforma a la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación.

Sin embargo, se torna curioso y llama la atención, porque precisamente en este momento dicho Ministro se “arma de valor” y hace tal denuncia pública, cuando ya han pasado fácilmente más de diez años de aquél evento, en donde la Corte asumía aquella Facultad de Investigación, derivada del artículo 97 constitucional, por violaciones graves a las garantías individuales. 

La ex primera dama y hoy diputada federal, pronta saltó a la palestra tildando de cuentos y ocurrencias a lo manifestado por el Ministro presidente.

 Todo lo anterior, provocó que la sesión del miércoles en la Cámara de Diputados se volviera en un campo de batalla, en donde legisladores de Morenas y Panistas se agarraran con adjetivos de buena intensidad y altos decibeles.

Por supuesto que llama poderosamente la atención, el por qué tales revelaciones no fueron dentro de la misma administración de FCH o al inicio de Peña Nieto, lo que  evidencia –a juicio de algunos- en cierto grado el contexto real de los hechos, pues hay quienes afirman que en estos momentos tan difíciles es muy posible se le haya mandado algún mensaje solicitando a Zaldívar de dejar su postura aparentemente imparcial y entrarle al “quite” ante la situación calificada como de “golpismo” para con los críticos.

En reacción, también el exsecretario de Gobernación, Fernando Gómez-Mont Urueta, al ser blanco de la embestida al haber sido tachado como emisario, rápido salió a dar también su respuesta calificando las declaraciones como inexactas; no en el sentido de la inexistencia de la entrevista, sino en cuanto a la inexistencia de alguna presión por parte del ejecutivo de entonces, pues afirma solo acudió como interesado dentro del expediente a debatir lo propio.

Queda en claro que la tragedia del ABC es algo que jamás debió de haber ocurrido y en todo caso, fueron las omisiones las que dieron pie a esta situación, lo que es altamente reprochable; pero por otro lado, el subir en constante el tema a sede política revela situaciones de oportunismo que van más allá de la exacta aplicación del derecho y de una genuina retribución a las víctimas. Se ocupa justicia, mucha justicia, sin lugar a dudas.

No sabemos si Zaldívar busca simpatía con el Presidente -ante su inminente salida a final del año-, aprovechando la presentación de su libro y el estado de las cosas, pero sí que deja un “sospechosismo” que pudiera ser el avance de aquella seducción con la que se viene trabajando desde hace meses y a la cual en apariencia había resistido.

Quizá el Ministro presidente de la Corte no especificó con precisión, en sus declaraciones de “autonomía valiente” (respecto a su actuar frente un gobierno que calificó de autoritario), que su propuesta a Ministro ante el Senado provino del entonces presidente Calderón. Tampoco explicó que la facultad de investigación de la Corte no contaba constitucionalmente con la posibilidad de determinar responsabilidades, sino acaso solo señalar involucrados en la trama y determinar la existencia o no de violaciones a la constitución, en lo relativos a garantías individuales, y muy importante: que las conclusiones de dicho ejercicio no eran vinculantes.  

De haberse operado desde Bucareli o desde el propio Palacio Nacional las “revelaciones de Zaldívar” para estos momentos álgidos, se vería de nueva cuenta la intentona de conquistar al poder faltante (ante el evidente dominio del poder legislativo), con lo cual, de haberse logrado, la república ya habría sido “conquistada”.

Ahora con el eventual control del poder judicial –que ya algunos anuncian-, el presidente tendría los caminos más fáciles para avanzar en muchos aspectos, pues el control del amparo, las controversias y acciones de inconstitucionalidad, amén de los temas del Tribunal Electoral, darían una facilidad de gobernar impresionante, no muy distinta a aquel “l’Etat c’est moi” del catorceavo de los Luises, de aquella Francia esplendorosa.

Habría que ver que piensan los jueces federales sobre lo ocurrido,  pues muchos de ellos tienen la misión de la defensa de la Constitución y quién sabe en qué proporción estén de acuerdo con el posible descalabro del sistema de frenos y contrapesos.

Ya el presidente muy complacido dijo en la mañanera, ante las afirmaciones de Zaldívar: “Es cierto y le creo”.

Hay quienes también creen que con este evento, los tres poderes tradicionales ya entran en idilio, pues el líder del último baluarte de la república, al parecer, ha sucumbido ante el canto de las sirenas.

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