Milton Martínez Estrada / El Tiempo
DOS AÑOS ROBADOS
El 17 de marzo de 2020 se instauró en Sonora el distanciamiento social más grande desde que se tienen registros por causa de un virus de alcance global que hasta el día de hoy causado más de 6 millones de muertes y ha enfermado 470 millones de personas.
En México se han contagiado 5.6 millones de habitantes y han muerto un tercio de millón, más de 322 mil personas para ser precisos.
Sonora no escapa de esas alarmantes cifras al cuantificar 163 mil 641 casos y 10 mil 51 defunciones.
El 27 de febrero de 2020, unos 19 días antes de que Sonora entrara en emergencia sanitaria, la proyección en número de infectados por coronavirus no era, ni es halagadora.
De acuerdo con la Secretaría de Salud en México el número de infectados por COVID-19 sería de 78 millones, aunque esto no significa que los contagiados enfermen o muestren síntomas.
Entonces, si se toma en cuenta que en el país residen 126 millones 14 mil 24 personas, con datos del Censo poblacional de 2020, y si se estima que 78 millones habrían de ser alcanzados por el maldito virus, los afectados serían el 61.8% de los mexicanos.
Si esa proporción se traslada a nuestra entidad tendríamos que, de los 2 millones 944 mil sonorenses, el 65.2% de la población sería un millón 822 mil de habitantes susceptibles de contraer la enfermedad.
Según aquellas proyecciones del subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud de la Secretaría de Salud federal (SS), Hugo López-Gatell, de estos 1.8 millones, entre el 10% y 12% mostraría síntomas, algo así como 290 mil sonorenses.
Y no solo eso. Entre el 2% y 5% de los 290 mil podrían enfrentar una enfermedad grave, es decir unos 14 mil 500.
Con las proyecciones de doctor López-Gatell se llega a un número mágico: 14 mil 500. Esta es la cifra a vencer con el coronavirus.
Como ya les escribí párrafos arriba, hasta el viernes 18 de marzo se han registrado 10 mil 51 defunciones. Acorde a las proyecciones que planteó el doctor Gatell, al inicio de la pandemia se esperarían otras 4 mil 449 defunciones y más de 129 mil 359 de contagios para el término de esta pandemia.
No debemos pasar por alto que ya llevamos 734 días en emergencia sanitaria, más de dos años en un claustro al que le llamaron “Quédate en casa”, “distanciamiento social” o “quédate en casa”.
Y no hablemos de las pérdidas materiales; negocios familiares en las ruinas al tiempo que las grandes farmacéuticas se hinchan los bolsillos.
Hay una frase escrita, la cual es un título de un reportaje periodístico, que no me puedo sacar de la cabeza: «Con la pandemia, sobrevivimos nosotros o sobrevive el capitalismo».
A dos años de distancia, la reflexión es clara. Decidieron la supervivencia del capitalismo y que la gente enferme. Claro, con sus vacunas anticovid como justificantes.
También me recuerdo otra expresión leída en un artículo de un periodista sudamericano que decía: «Afuera el virus, adentro el hambre».
Una evidente crítica a la estrategia sanitaria de Quédate en casa. Ya se los escribí: La economía familiar se fue a la ruina y no sé si se ha recuperado, lo cierto es que muchos viven sus estragos.
Ya les relaté los ángulos estadísticos, financieros y regulatorios de esta pandemia, pero qué hay de lo intangible, es preocupante y por eso titulé esta entrega como Dos años robados.
No es difícil advertir que entre el encierro y el temor al virus que nos infundieron, también nos velaron nuestra memoria futura.
Es que, al detener nuestra marcha, al imponernos un aislamiento sanitario, nos quitaron o bloquearon nuestras experiencias de vida por 734 días.
Tampoco soy un ingenuo para creer que a un buen número de personas les valieron poco las alertas y siguieron sus vidas como si nada pasara.
Lo que pretendo manifestarles es que hasta el día de hoy existen personas que no están cómodas con asistir a lugares donde hay conglomeraciones. Una situación similar con lo de portar casi todo el día el cubrebocas.
Aceptémoslo o no, han conquistado y ultrajado nuestra libertad.
Para ilustrar mejor lo que les escribo, les contaré una historia:
Corrían los polvosos años de 1993, este quien les escribe habría de enamorarse por primera vez de una mujer, bueno, de una adolescente de mi misma edad.
Se llamaba Fernanda. Mi mamá le decía «La Colorina», entiendo que, por una afamada telenovela de aquellos años, en el que la protagonista llevaba el nombre de ese mi primer amor.
Era la primavera de 1993. Concluía los estudios del primer año de secundaria y me preparaba rumbo a las vacaciones de verano.
Recuerdo que no paraba de ver a Fernanda. No sabía lo que era esa sensación que me abrazaba por dentro: una combinación de calor, fuerza, desfallecimiento y una alegría tan única.
Ese sentimiento me superaba en todo y lo viví con pasión. Hoy es una bella memoria que jamás olvidaré.
Bueno, abrí el baúl de las memorias para ejemplificar lo bello de vivir y su libertad. Tengo un hijo de la misma edad, en la historia que les conté. Ya pasó por primero y segundo de secundaria; y no conoció a su «Colorina» porque asiste a clases virtuales. Me duele como padre que esto le haya y esté pasando.
Atención. Nos están robando y se los quería contar. Gracias por la lectura, no se les olvide compartir y repartir este texto.