Deniss Cabrera / MO
Cómo cada año previó al Día de Muertos, el Niño Milagroso del panteón de Guadalupe comienza a recibir ofrendas como dulces, juguetes y flores, de quienes en algún momento fueron en busca de su ayuda y hoy le están agradecidos.
Así es como actualmente luce la tumba del pequeño Alejandro Zaragoza, una de las leyendas que forman parte de la historia de Cajeme; según los relatos el menor falleció a los 3 años de edad en 1929 a causa de una neumonía.
Según los creyentes, la escultura del Niño Milagroso te sigue con la mirada y ayuda a quienes le piden favores, entre ellos peticiones ante enfermedades y hasta por cuestiones familiares, recientemente una de sus creyentes le regaló un tejaban para resguardar su figura del sol.
Según los trabajadores del llamado Panteón Viejo, en ocasiones se escucha a Alejandro jugar y reír, pues en su tumba hay juguetes de todo tipo, carritos, balones y hasta piñatas que le han llevado.
Es durante la celebración del Primero de Noviembre, Día de Todos los Santos cuando se recuerda a niñas y niños que murieron, que más se le escucha jugar.