Óscar Félix / MO

En el abrasador día de Ciudad Obregón, se transforma en un oasis de frescura gracias a la presencia de Socorro Soto, un hombre de 70 años cuya vida está entrelazada con el sacrificio y la dedicación.

En el crucero de las calles 5 de Febrero y 300, don Socorro se instala con su nevera repleta de helados de hielo, cada uno una explosión de color y sabor que ofrece alivio y deleite a quienes transitan por ahí.

Don Socorro, con su andar pausado pero firme, despliega su pequeño puesto improvisado cada día, bajo el implacable sol. 

Con una sonrisa que refleja años de experiencias y desafíos, atiende a sus clientes con la amabilidad que solo alguien con su recorrido puede ofrecer. 

“Cada helado que vendo es una gota de alivio para los gastos de mi familia,” comenta don Socorro, mientras sus manos experimentadas envuelven los helados en servilletas para sus clientes.

El repertorio de sabores que ofrece es tan variado como su vida misma: desde el refrescante limón hasta el vibrante tamarindo, pasando por el dulce de fresa y el exótico coco. 

Cada helado es preparado con esmero, siguiendo recetas que ha perfeccionado a lo largo de los años. 

La historia de don Socorro. Nacido en tiempos difíciles, aprendió desde joven que el trabajo duro y el esfuerzo constante son la clave para salir adelante. Ahora, en su edad adulta, sigue aplicando estos valores, convirtiendo el sudor de su frente en helados que no solo calman la sed, sino que también sostienen el hogar que comparte con su familia. “Mi vida no ha sido fácil, pero cada sonrisa que consigo con mis helados me da fuerzas para seguir,” dice con orgullo.

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