Óscar Félix

Por la calle No Reelección entre Puebla y Veracruz, se encuentra un refugio de creatividad y color: La Catrina, el estudio de tatuajes de José Ángel Sánchez Méndez.

A sus 25 años, este joven tatuador se ha convertido en un referente del arte corporal, cautivando a una creciente clientela con su destreza y originalidad.

José Ángel, con su mirada apasionada, comparte que el arte del tatuaje no es solo un trabajo, sino una forma de expresión.

 “Cada diseño es único, como la historia de cada persona que viene aquí”, dice mientras prepara sus jeringas esterilizadas y una paleta de pinturas vibrantes.

Su técnica meticulosa y su habilidad para plasmar ideas en la piel han hecho que su estudio sea un punto de encuentro para hombres y mujeres que desean llevar consigo una obra de arte.

Entre los diseños más solicitados, la figura de la Santa Muerte se destaca como la más emblemática.

“Es un símbolo de protección y espiritualidad, muy apreciado por mis clientes”, explica José Ángel.

Los precios de sus tatuajes comienzan en 400 pesos, una inversión que muchos consideran accesible por la calidad y el significado que cada pieza representa.

La Catrina no solo es un negocio, sino un espacio donde el arte y la comunidad se entrelazan.

A diario, el estudio recibe una afluencia constante de clientes, todos ansiosos por adornar su piel con las creaciones de este talentoso artista.

“Ver la satisfacción en sus rostros cuando terminamos es lo que más me motiva”, confiesa.

Con cada trazo, José Ángel Sánchez Méndez está dejando su huella en el mundo del tatuaje, recordándonos que el arte puede ser tanto un lienzo en la piel como un camino hacia la conexión y la autoexpresión.

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