Cuando obtuve mi primer trabajo como periodista con sueldo, no como hobbie, y me asignaron como jefe de corresponsalía en Hermosillo del Diario, mi jefe, Javier Ruiz, nos invitó, junto con el licenciado Luís Alatorre, a comer pato laqueado. Buen inicio de responsabilidades.
Ese mismo platillo, fue el que degustó, en un restaurante de lujo, el hoy preso Emilio Lozoya, hace un mes, acompañado de varios amigos, aun cuando se declaraba, como preso en su domicilio y por tanto no podía salir, tal y como se lo mandó decir al juez que pedía su comparecencia, luego de hacer público un comentario sobre que, sobornó con un bolso de esos que valen titipuchal de dólares, lo cual fue falso y lo demandó.
Lourdes Mendoza, la periodista en cuestión, entiende que, la venganza se sirve fría, y, lo descubrió en el restaurante, le tomó fotos y vídeo y las subió a las redes sociales, explicando que, este delincuente no pudo ir a declarar sobre su caso, pero sí, ir a cenar a unos de los restaurantes más caros de México, donde, el pato laqueado, cuesta alrededor de los mil pesos por pieza.
Y cuesta eso, porque primero, México no es una potencia produciendo patos, y lo más común, es que estos vengan del norte de Estados Unidos o de Canadá. Además, su preparación (me ha tocado), tarda entre 24 a 36 horas hasta que está listo para servir en su mesa.
El caso es que, como en la receta, la mesa puesta para que Lozoya hijo fuese puesto en prisión, inició desde hace 16 meses, justo cuando llegó extraditado desde España a la Ciudad de México. No pisó ni rozó siquiera la cárcel, porque desde las negociaciones realizadas en un poderoso despacho de la pareja del famoso Juez Garzón allá en Madrid esquina con España, el patito Emilio, pagó 5 millones de dólares para lograr, ser testigo protegido, no pisar la cárcel, a cambio de denunciar a varios políticos mexicanos que fueron sobornados disque para aprobar la reforma energética de Peña Nieto, lo cual produjo, un solo detenido, en la persona de un tipo muy menor del Senado, panista, el cual está ahora en la cárcel.
Pero buenooooo, ni tocan a Peña, ni a Videgaray ni a muchos gargantones del sexenio anterior, y, sí, en cambio, existen 80 acusados, pero no existen las pruebas que supuestamente el Patito iba a aportar.
En un país surrealista como el nuestro, resulta que, del dinero público que Lozoya sí se robó (o le pagaron como soborno cuando era director de PEMEX, que es casi lo mismo), paga una fortuna para lograr impunidad, hasta esta semana.
Yo, puedo imaginar la reacción en la mesa de Lozoya, cuando descubren que la periodista, le toma fotos:
-Emilio – incluir acento extranjero – hay una chica que nos está tomando fotos, y yo, no quiero jaleos A, sí – dice Milito volteando a ver a la interfecta –, y agrega, es una periodista menor a quien le regalé una bolsa Chanel. No pasa nada, mi papi es muy amigo del Fiscal Gertz Manero y de Andrés Manuel, o, ¿por qué crees, ma chérie, que puedo ir a donde se me pegue la gana?
Con lo que no contaba el exfuncionario de Pemex en tiempos del saqueo peñanietista, y que ese mismo día vestía un traje a la medida de cuando menos unos mil dólares que las imágenes se harían virales, que las retomaría la prensa y que, causarían un verdadero alboroto.
Antes de la hora, el otrora admirado periodista Jenaro Villamil, y que ahora es presidente de las radios y televisiones gubernamentales, es decir, empleado del gobierno federal, quien desde sus redes aseguró que la foto era falsa en cuanto a fecha, pues eran imágenes de hace años.
La respuesta del Gobierno Federal, inició con Villamil, para luego, el jefe de comunicación de AMLO, Jesús Ramírez, le siguiera y echara andar sus decenas de miles de bots (personajes falsos en redes), tratando de desmentir la verdad, y atacando cobarde y misóginamente (as usual), a la periodista Lourdes Mendoza, quien, con fotos datadas, comprobó que eran de esa misma noche. Dada la respuesta de los “comunicadores” oficiales, supongo, de ese mismo tamaño fue la furia provocada al Presidente López Obrador.
Les ha de haber puesto una mega madriza, aun cuando, el blanco mayor de su ira, sin duda lo fue el fiscal, Alejandro Gertz Manero.
Y es que, para un presidente que presume no haber tenido jamás una tarjeta de crédito, asegurar que solamente trae doscientos pesos en la bolsa, ver un derroche de tal manera de parte del testigo estrella en su discurso contra la corrupción, debió de hincharle el hígado.
Esa misma noche citó, en Palacio de Gobierno, al Fiscal de la Nación, quien, aunque se dice independiente en el papel, asume todas las instrucciones del presidente. Gertz, y, al día siguiente y después de ver a Don Andrés Manuel hecho un basilisco (animal que estalla en furia y es capaz de matar con la pura vista), salió con la cola entre las patas, pues sabía que, dadas las nuevas instrucciones, a Lozoya le quedaban los días contados en libertad y pues, justo este 3 de noviembre, por primera vez pisa la cárcel. El argumento fue que, tenía en una cuenta dos millones de euros, que no le habían descubierto hasta esta que se preguntaron como pagaría el pato y los vinos caros en el restaurante (ajá, sí chuy, seguro era parte del trato, quítame todo, menos mis dos milloncitos de euros, algo así como 52 millones de pesos), y que con esa lana y sus contactos, podría escaparse de México.
Lo cierto del asunto, es que AMLO, está encabritado y lo que le sigue, porque sabe, que su receta de Pato laqueado o Pato en libertad condicional, se le cae, cuando menos, en lo mediático y eso, eso no le gusta al de Tacuspana.
Gracias.