Eran otros tiempos, de hace muchos años. Navidad, casi, y por las calles de las colonias donde vivía gente “acomodada”, romerías de señoras desfilaban, algunas con niños en brazos, y, o, con chamacos pequeños formados en fila india.

Tocaban los timbres y, cuando las personas salían, la pregunta era inevitable: ¿No tiene algo que me regale?

Los dueños de las casas entonces, miraban la edad de l@s chamac@s, su complexión, igual, con ojo de vendedora de Ross (dicen que es una tienda gringa de ropa barata, y yo no la conozco, jejeje), revisa las medidas de la señora y decide: “Sí, tengo ropita para este y aquel chamaco y puedo que algo de lo mío te quede”.

Pero también había personas que repartían comida, desde tamales hasta porciones de pierna, barbacoa, o sopa fría, que las “ayudantes” de las casas ricas preparaban para repartir.

En la esquina de la calle Zacatecas y Cajeme, había un local donde sesionaban Los Caballeros de Colón. Ahí se recolectaban todo tipo de juguetes, ropa, zapatos y se entregaban a quienes acudían, donde se formaban unas largas colas.

En el Colegio Progreso, Zacatecas y Allende, sucedía lo mismo. Recuerdo, porque alguna vez me tocó ayudar en el reparto con los Caballeros de Colón, y porque vivía a una cuadra del Colegio Progreso, que se repetían varias caras: es decir, los miraba en distintos días u horarios en ambas partes.

De joven, igual me tocó hacer lo mismo en el club Interact, que eran los jóvenes que de alguna forma teníamos conexión con algún miembro del club rotario, y ahí, nos tocaba recolectar artículos en las casas y repartir de igual manera.

En Medios Obson, se hace algo parecido: personas de buen corazón entregan cosas que luego repartimos entre quienes más lo necesitan.

Sin embargo, esas romerías de personas tocando a las puertas de las casas “acomodadas”, han desparecido casi, porque la gente, ahora, vende las cosas que le sobran, en lo que llaman venta de garaje.

Las cosas han cambiado. Las personas también. ¿será acaso por la seguridad? Digo, porque hoy, en Cajeme donde hasta el más chico gasta su tostón, pues lo gastaba; ya no y al parecer son muchos matices.

El mundo ha cambiado. Nos hemos cosificado, y le damos prioridad a las cosas banales. Unos, los que tienen (bueno, algunos de los que tienen) de alguna manera se han vuelto desconfiados.

Mi esposa, alias Almita Mijita, hace unos años, entre sus amistades recolectaba juguetes, dulces, comida y algo de ropa, contrataban un inflable y venían niños de las afueras de Cócorit. Alguien, se molestó porque esos niños y sus papás entraban en el fraccionamiento y tuvo que suspender. El pretexto era que, un fraccionamiento privado, es para que, entre la menor cantidad posible de personas por aquello de la seguridad, dijeron.

Hace algunos años, aquí en Obregón, los fraccionamientos privados, según un estudio de mercado, no tenían demanda. Muchas casas, ni siquiera tenían rejas en la parte delantera. Hoy, ese tipo de fraccionamientos privados tienen mucha demanda, las casas ya se enrejan, se les ponen unos picos filosos e, incluso, hay colonias donde en las calles se construyeron portones para controlar quien entra y quien sale.

Y claro está, las cosas han cambiado en Cajeme.

Lupita (nombre ficticio), me cuenta que su nieto ha quedado huérfano. Su yerno, tenía un puesto comercial, de esos que se ponen en banquetas o lugares que no son de nadie, donde vendía lo que podía.

Un día, llegaron dos chamacos que no alcanzaban, de seguro, los 20 años. Eran varios puestos y a todos, les pidieron cierta cantidad mensual para “dejarlos” trabajar en paz (así dijeron, en paz). Dos puestos ya no abrieron al día siguiente y, el yerno en cuestión, se negó a pagar piso. Un mes más tarde, los mismos chamacos llegaron con armas largas, abrieron fuego y lo asesinaron.

La cosa no quedó ahí, al día siguiente, incendiaron el puesto de madera.

Obviamente la esposa, ahora viuda, no quiere ni acercarse al lugar.

Y bueno, esto que estoy escribiendo, puede ser parte de un círculo vicioso. La mayoría de la gente que tiene desconfía, y algunos que no tienen quieren tener a cualquier precio.

Las cosas no van bien en el país entero, y, el dinero que se reparte entre los que no tienen, pronto no alcanzará.

La inflación, la más alta de los últimos años, ronda en el 7%, aunque en los mercados y las tiendas los precios se incrementaron mucho más que eso. No importa lo que se afirme en las mañaneras de AMLO, la inflación y la crisis aquí está.

Y si por la víspera se saca el día, parece ser que, en el 2022, las cosas se pondrán peor en lo económico y, la inseguridad seguirá siendo tema pendiente en la agenda.

Y bueno, mientras tanto, pues ya pasaron los 3 meses de prueba del encargado de la seguridad en Cajeme, es decir, el Capitán Cándido (que no lo es) Tarango y no lo han cambiado. En Guaymas, al responsable (es un decir) de la Seguridad, otro capitán, Cano Ahuir, ya le dijeron adiós y aquí, donde la cosa está más caliente, no pasa nada.

Lo siento, no puedo hablar de una navidad feliz, en un ambiente donde la miseria y la violencia conviven de la mano.

Mejor, les deseo feliz navidad, pero a la otra, ¿okei?

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