En el 22 aniversario de los ataques del 11 de septiembre a las Torres Gemelas en Estados Unidos, es crucial recordar no solo las vidas perdidas en ese trágico día, sino también las secuelas a largo plazo que aún afectan a muchos.

Las campanas repicaron en la zona cero y los solemnes homenajes se sucedieron por todo el país mientras los estadounidenses recordaban a las víctimas de los atentados. Casi 3.000 personas murieron al estrellarse los aviones secuestrados.

Entre las tragedias menos discutidas del 11-S está el impacto duradero de la contaminación por toxinas en el sitio de los ataques. Bomberos, policías y muchos otros que participaron en las operaciones de rescate continúan enfrentando graves problemas de salud debido a la exposición a diversas sustancias tóxicas.

Concretamente, el colapso de las torres gemelas el 11 de septiembre de 2001 liberó una columna de humo que contenía 400 toneladas de asbesto pulverizado y otros materiales peligrosos en todo el bajo Manhattan. Se estima que entre 410.000 y 525.000 personas, incluidos más de 90.000 trabajadores, estuvieron expuestas al polvo tóxico durante los esfuerzos de rescate, recuperación y limpieza que siguieron al ataque.

Ese día “éramos un país, una nación, un pueblo, como debe ser. Esa fue la sensación: que todos nos unimos e hicimos lo que pudimos, donde estábamos, para tratar de ayudar”, dijo Eddie Ferguson, jefe de bomberos del condado de Goochland en Virginia.

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