Sonora permanece en el primer lugar de producción de la calabacita en el país, con un volumen de 144 mil 781 toneladas al cierre de la temporada, seguido por Puebla y Sinaloa.
La disponibilidad de calabacita fresca en nuestro país es constante durante todo el año, gracias a su explotación tanto en otoño-invierno, como en primavera-verano. Es necesario tener en cuenta, que la cuarta parte de las cosechas se obtienen en Sonora.
En el ámbito internacional de entre 120 países, México se ubica en el lugar 7° del ranking mundial en la producción de calabacita, siendo China el líder en este ramo.
En cuanto a comercio exterior, los volúmenes enviados al mercado internacional, le permitió al país obtener ingresos por 211 millones de pesos. El destino principal de la calabacita mexicana sigue siendo EE. UU.
Considerada originaria de Mesoamérica y del Sur de los EE.UU., la calabacita –como generalmente la conocemos y la pedimos en los mercados– se usa ya sea en tierna o madura para una amplia variedad de platillos, al mismo tiempo que sus flores, forman parte de las tradicionales quesadillas.
Su valor nutricional es para el asombro, ya que presenta alto contenido en vitaminas (A, B2, C y E), beta-caroteno, flavonoides, aminoácidos y minerales, en especial potasio. Gracias a estos nutrientes se le atribuyen propiedades que van desde las antiinflamatorias, antivirales, como analgésico, antidiabético y antioxidante.
En nuestro país, el cultivo de calabacita tiene una singular importancia, por el papel que representa en la culinaria del país desde tiempos prehispánicos, pero, también, por los servicios ecosistémicos que ofrecía al antiguo sistema de producción agrícola llamada Milpa.
En la actualidad se cultiva en 30 entidades del país –es decir, en casi todo– se considera que al año cada mexicano consume 1.1 kg; en tanto que el volumen que se genera, representa 3.4% de la producción nacional de hortalizas.