Quienes escribimos en este espacio, y en algunos otros, hemos sido blanco de ataques velados, en redes sociales, pero muy directos.

“Cuídese señor Bécker, porque vive en zona de peligro y le puede pasar algo”, me escribió alguien quien por cierto, más parece trol que una persona de carne y hueso.

He leído, más menos también, amenazas a varios compañeros. Me afirman algunos amigos, que por venir la amenaza de alguien ficticio en las redes, no me preocupe, pero eso preocupa más, porque, el ataque desde el anonimato, es una cobardía y la dijo Churchil, “la cobardía es la madre de la crueldad”.

La sociedad en general está inmersa en una relatoría de ataques, amenazas y violencia, física, en las calles. Ya no son seguras y lo peor, ya nos parecen parte del anecdotario cotidiano.

El domingo anterior, asesinaron a la periodista Lourdes Maldonado en Tijuana, Baja California. Unos días antes, habían asesinado también, a un reportero gráfico en la misma ciudad y también, en este mes de enero, en Veracruz, a un periodista.

El día de hoy, se cumplen 620 días de la muerte de mi amigo, fundador y director de Medios Obson, Jorge Armenta Ávalos y, aún no hay detenidos, aunque juraron que esclarecerían el hecho.

Lo mismo pasa con Abel Murrieta, quien fue victimado en un crucero lleno de cámaras, con mucha gente alrededor que vio correr a quien le disparó y a quienes lo recogieron, y, aún no hay nada cierto. Y ya va a ser un año, el 13 de mayo.

Existen miles de casos donde, la vida de las personas, pareciera que como en la canción de José Alfredo, la vida no vale nada.

Algunos hacen odiosas comparaciones, entre los homicidios dolosos de Calderón (que fue cuando se intensificaron), los de Peña y los de Andrés Manuel, pero, por Dios, esos son solamente números, y no personas abatidas que dejan desolada a una familia, hijos, padres, hermanos, abuelos. Los ejecutados, no son solamente números.

Lo diferente en el caso de los periodistas, es que existe a diario, la misma relatoría de odio de parte del Gobierno Federal, que luego baja a otros gobiernos (recuerden al capitán Tarango culpando a los medios de comunicación de su salida) y, al final, a esta sociedad tan polarizada como nunca antes había estado. Por eso a muchas personas, se les hace fácil atacar en redes y a veces físicamente, a los periodistas.

Entiendo también, que, con la facilidad que da un celular y un acceso a redes sociales, existen muchos disque periodistas que han corrompido la labor, y, andan por las calles reporteando asesinatos y emitiendo juicios de valor, con palabras soeces y, eso vuelve al gremio serio, vulnerable.

La periodista Lourdes Maldonado, había acudido a la conferencia matutina en Palacio Nacional, y pidió al presidente protección y ayuda, ya que temía por su vida, luego de tener una disputa laboral con Jaime Bonilla, la cual, al final de cuentas, le ganó este mismo enero.

Hay que hacer hincapié en que Bonilla, fue Gobernador de Baja California, es un empresario con mucho dinero y, también, es aquel ex dueño de un equipo de béisbol, los Potros de Tijuana, al cual le quitaron la franquicia por comprar jugadores contrarios. Tramposo, pues.

Regreso a Maldonado Aun cuando estaba protegida por el gobierno, pues resultó que el mecanismo no lo fue tanto, porque al llegar a su casa, sola, sin protección, las balas la alcanzaron.

Esas fallas operandi, se han repetido una y otra vez en México, con periodistas supuestamente protegidos. Pero bueno, en este país mezcla de novela de Kafka y película de Hitchcook, hasta los mismos “cuidadores” pueden ser capaces de poner al protegido en la mira.

Muchos periodistas en todo el país, salieron a protestar por los asesinatos (por causas de trabajo no pude hacerlo) acaecidos en este enero, pero también, por los caídos con Calderón, con Peña y los que van ahora.

El problema es ese, que solamente salimos a la calle cuando pasa esto, y, luego, al día siguiente, en los afanes diarios se nos olvida y seguimos en la ruta, con temor y tratando de involucrarnos lo menos posible, tanto en la narrativa, como en la protesta continua.

Un periodista no vale más que cualquier persona atacada de manera violenta, pero mientras en los unos viene a ser el pleito por una plaza, en los otros casos, la de los periodistas, es una manera de querer acallar a quien expone un tema y con él, expone su vida.

La UNESCO, organismo de las Naciones Unidas, documenta y lamenta la muerte de cada uno de los periodistas que ocurren en el mundo. Cada dos años, emite una relatoría de cada uno de ellos y tiene documentos con una metodología de protección.

Quizá entonces, sería tiempo que, los periodistas se unieran y buscaran, junto con el gobierno, tener un foro, ya sea presencial o virtual, para tener mecanismos más efectivos para acabar con estos intentos contra la libertad de expresión.

Y no, no digo que, esto sirva primordialmente a los periodistas, sino que, al poner un freno a ellos (a los ataques a periodistas), queda el antecedente de que, en este país, aún podemos vivir tranquilos.

Matan a policías, matan a personas por lucha por una plaza, matan a policías, hay muertos colaterales y, lo hacen, los que lo hacen, porque pueden, así de sencillo.

Y no pasa nada.

Gracias.

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