Milton Martínez Estrada
El rostro infantil de la violencia
Vaya consternación nacional provocó la noticia que en nuestro Cajeme, Sonora, una bebé de apenas año y medio de vida fuera muerta a balazos durante un ataque armado.
En lo personal, más que consternación, lo que le hierve a uno la sangre en las venas es indignación al saber que una vida fue arrancada con tanta violencia.
La pequeña Ingrid, alcanzada por las balas en el tórax y en el brazo, luchó durante varias horas por su vida pero no lo consiguió.
Esta es la grave y sentida situación de Sonora.
Según las estadísticas de Inegi, en el capítulo de Homicidios, desde 1990 a 2021, un total 79 menores -en un rango de edad entre los uno y cuatro años- han sido asesinados en Sonora.
Peor aún. El registro oficial nos revela que a esta fatídica cifra se suman 48 bebés, de una edad entre 0 a 12 meses de nacidos.
¡Suman 127 niños asesinados antes de cumplir los cuatro años!
Los números no mienten. La violencia no distingue entre culpables e inocentes. Hombres o mujeres. Niños o adultos.
La indignación por el asesinato de Ingrid, acontecido la noche del pasado 5 de febrero, me recuerda el caso de Ricardito, quien se encontraba con su papá lavando la camioneta guinda familiar, cuando un comando roció sus balas de odio sobre el auto y vivienda del pequeño y este no sobrevivió a aquel ataque.
Las fotografías de aquel 27 de junio de 2019, también en Cajeme, son insuperables.
El cuerpo sin vida y sangrante de Ricardito yacía en la última fila de asientos de la camioneta familiar.
Fue una noticia muy fuerte y lo sigue siendo.
Aún hay más.
¿Qué me dicen de la muerte del bebé Jesús Humberto? Apenas tenía tres semanas de nacido.
De esta muerte se los puedo contar todo. Como corresponsal de la Revista Proceso en Sonora seguí paso a paso la noticia.
De acuerdo con la recapitulación de los hechos, la madre de Jesús Humberto, había decidido salir de su casa la tardenoche del 23 de febrero de 2020, para degustar un sushi en una carreta cercana a su casa:
Y cómo no entenderla: Después de los nueve meses de embarazo, la labor de traer a su hijo al mundo, pasar hambres y desvelos, además de dolores intensos por el alumbramiento.
Era, es y será muy comprensible que una madre después de lograr el milagro de la vida tenga un antojo.
¿Y quién no los tiene y por menos motivos?
Bueno, pues la familia de tres integrantes llegó a la carreta de sushi. La mamá en el asiento del copiloto. El papá se bajó del auto para hacer el pedido. Y Jesús Humberto en el asiento de atrás, del sedán rojo familiar.
Supuestamente, porque nunca se aclaró a ciencia cierta: La lluvia de balas fue dirigida al papá del menor. Este se vio acorralado y se escondió detrás del carro familiar.
Allí, tras la ráfaga, se percataron de que una bala había impactado la cabeza de Jesús Humberto.
Un asesinato que podría hacer aullar de dolor hasta el más insensible.
Lo recuerdo como si hubiera sido ayer. No quiero ni imaginar cómo se encuentran los padres del bebé.
Este es el rostro infantil de la violencia ¿Cuánto casos más ocurrirán antes de que cese la violencia? Esta es La Siguiente Pregunta.
Les escribo y saludo de nuevo, el próximo lunes. Me quedo con el corazón apachurrado por esto que recién les conté.