Lorenza Sigala / MO

La mañana soleada del viernes en la colonia Tiro al Blanco, el humo comenzó a invadir la vivienda de dos pisos donde se encontraban encerrados cuatro niños y una niña.
Así comenzó en la calle 5 de Mayo final, cuando los cables de una instalación eléctrica en un baño comenzaban a arder, víctimas de una mala instalación eléctrica. Adentro, cinco niños entre 2 y 9 años estaban atrapados, solos, asustados, y sin saber qué hacer.

No fue un bombero el primero en llegar. No fue una patrulla. Fue una vecina que con un trozo de cegueta rompió candados por la vida de cinco pequeños.

Doña “Machín”, como conocen a María Cristina en la colonia, escuchó los gritos. Eran agudos, desesperados, de esos que no se confunden con juegos. “Doña, doña, nos estamos quemando… ábrenos pa’ salir, ábrenos pa’ salir!”, le gritaron los pequeños.

“Vi el humo, escuché los gritos… no pensé, nomás corrí”, contó con voz aún temblorosa. “Los niños estaban solos, encerrados. Yo sabía que la señora se va y los deja. Y cuando vi que salía humo del baño… no hubo de otra. Me subí a la ventanita, la del aire acondicionado viejo, y por ahí los fui sacando uno por uno”, mencionó.

Gracias a ese acto de valor, Sebastián (9), Fernando (8), Carlos Armando (7), Giovani (4) y David Elisandro (2) escaparon ilesos del fuego, aunque marcados por el miedo. Cuando los bomberos llegaron, el incendio ya había sido contenido por vecinos, pero el escenario era desgarrador.

Los menores estaban deshidratados, sucios, algunos con pañales que no habían sido cambiados en más de 24 horas. No habían desayunado. Al ver esto, los elementos del cuerpo de Bomberos de Hermosillo de la estación 1, no dudaron: compraron comida y agua para los pequeños mientras llegaban las autoridades competentes.

Ahí, Ixcoatl Villa y Francisco Ramírez, ambos bomberos de la estación centro, comentaron que uno de los elementos fue ingresado a la vivienda por un hueco para neutralizar el incendio en los cables de un centro de carga ubicado en un baño.
Poco después, oficiales de la Policía Municipal dieron aviso a la Procuraduría de la Defensa del Menor y la Familia, quienes procedieron al resguardo de los niños por presunta omisión de cuidados.

La madre, Patricia, de 33 años, llegó varios minutos después. Dijo que había salido a comprar comida en un supermercado cercano. Pero su primera pregunta no fue por sus hijos. “¿Cómo quedó mi casa?”. La escena dejó helados a quienes la escucharon.

El padre, Faustino, de 32 años, no se encontraba en el lugar.

Aquel día, Hermosillo vio el rostro de la negligencia, pero también el de la solidaridad. Una mujer del pueblo, sin uniforme ni cargo público, se convirtió en heroína tan solo con un pedazo de segueta que usó para vencer un candado.

“Yo nomás pensé que esos niños podían morir quemados si no hacía algo. No podía quedarme parada”, dijo doña Machín.

Y mientras los oficiales levantaban reportes y los niños comían tímidamente los aperitivos que les ofrecieron los bomberos, quedó claro que, en ocasiones, los actos más valientes no vienen de las instituciones, sino del corazón de una vecina que escucha y actúa.

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