¿Qué tienen en común la designación de Claudia Pavlovich como cónsul en Barcelona y el fracaso de Cándido Tarango en Seguridad Pública de Cajeme? La frivolidad del Presidente de México y su falta de compromiso por solucionar los grandes problemas que afronta el País, en ambos casos es evidente el desprecio por hacer que se cumpla le ley -vía a las instituciones- pues toda gira en torno a su percepción. Su palabra es la ley.

En el primer caso bastó con un comentario en un viaje de seis horas que hicieron la exgobernadora y Andrés Manuel López Obrador en el cual ella le planteó su deseo de formar parte del Servicio Exterior Mexicano, AMLO le dio su anuencia y ahora es cuestión de que el Senado lo avale para que Pavlovich Arellano siga viviendo del erario sin importar los señalamientos que servidores públicos de alto nivel, como el gobernador Alfonso Durazo, hicieran de su gestión. 

En el fracaso que significó el paso por la Secretaría de Seguridad Pública de Cajeme de Cándido Tarango el Presidente de la República tiene la mayor responsabilidad, si bien se trata de una policía municipal y quien lleva el mando, en teoría, es el alcalde, en la práctica la premisa de “abrazos no balazos” o lo que es lo mismo, dejar operar al crimen organizado se incubó como una política del actual gobierno federal desde el 1 de diciembre de 2018, aunque desde antes dejó claro que su intención no era enfrentar a los delincuentes. 

No venimos a matar a nadie, me respondió Cándido Tarango el 1 de septiembre a la pregunta sobre la falta de resultados en el combate al delito. 

Por un lado, los cajemenses de bien jamás se acostumbrarán a los ataques armados y rechazan esta violenta realidad, en contraparte están los representantes del Estado facultados para utilizar la fuerza con el fin de neutralizar las manifestaciones de violencia.  

Lo que dejaron de hacer los uniformados por instrucción del presidente lo hizo el crimen, impartir su justicia tal como ellos la conciben, tomando vidas. Que un Jefe de Estado manifieste su desaprobación a la delincuencia con un “fuchi guácala” o con amenazas con acusarlos con sus padres o abuelos nos habla de su nivel de seriedad.

En un inicio la noticia de la designación de Pavlovich Arellano se orientó más al lado anecdótico e incluso banal; que si Durazo está molesto, que si su discurso se verá acotado, que si los simpatizantes de Morena se vieron traicionados, que si tal diputada o senador se tendrá que tragar sus palabras… el Presidente lo que hizo fue abrirse y llevar a la práctica una de sus frases más repetidas: ¡Fuera máscaras! 

Atar de manos a la fuerza pública no solo en Cajeme sino en todo el país y premiar gestiones plagadas de actos de corrupción nos permiten anticipar la realidad de cómo dejará a México al término de su sexenio. No es un asunto de popularidad sino de responsabilidad.

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