Las imágenes conforman el modo de imaginar propio de una época que deforma los modos de imaginar previos a esa época, dice el filósofo chileno Guillermo Yáñez Tapia. Entonces, bajo está idea, ¿qué imaginamos cuando vemos un hombre vestido en un traje finísimo de alta costura (Marca Peter England), al que no se le ve la cara, caminando por los barrios más conflictivos de Nueva Dehli y Mumbay, India?

Aventuremos y teoricemos posibles respuestas (porque, ¿qué es el arte si no una invitación a divagar?): La primera interpretación bien podría ser con un entrelazado juego de contradicciones, de antónimos convertidos en imagen; donde el traje carísimo revistiendo el enorme espejo refleja las chabolas, las personas en condición de calle o las condiciones insalubres de dos grandes urbes.

La segunda interpretación podría ser una alegoría a los estragos del colonialismo/imperialismo británico en la India.

La tercera interpretación podríamos enfocarla en que la cabeza del hombre con traje de alta costura no es visible. Y ahí pertenecemos, en esa humanidad decapitada.

La cuarta podría ceñirse al mero ejercicio estilístico, una especie de iniciativa performática que nos obliga a pensar en la siempre tramposa moraleja del mapa y el territorio.

Podríamos seguir teorizando acerca de la obra del fotógrafo y artista -alérgico a ese mantra aristotélico de la categorización- Roberto de la Torre, pero qué mejor que escucharlo a él en el Conversatorio “El espacio que hay bajo mis pies”, en el marco de Fotoseptiembre 2022, organizado por Octavio Avendaño, coordinador de Artes Visuales del Instituto Sonorense de Cultura.

“Peter England (nombre de la serie que está expuesta en la Galería Eusebio Kino de Casa de la Cultura) es una selección que hice en la India en 2013. Este proyecto fue de los más relevantes, y el nombre tiene que ver con el traje que compré. La marca tiene mucho sentido. Consistía en cargar un espejo que cubría totalmente la cabeza, e íbamos reflejando la pobreza, los problemas ecológicos. En otras ocasiones había otros tipos de escenarios y uno cuestiona si esto no es una evolución en sentido opuesto. Con la fotografía capté diversos escenarios: desde un banco fastuoso y que en la imagen del espejo reflejaba a gente en condición de calle dormida ahí. En realidad, todos somos parte de la humanidad decapitada. En mi obra ésta es una de mis preocupaciones, generalmente mis obras tienen un carácter social, político, religioso; hay un intento por incidir en las grietas, en eso que no se quiere ver, precisamente para reflejar esos mundos que no se ven”, explica el autor.

Baudrillard solía tomar como ejemplo el cuento de Jorge Luis Borges “Del rigor de la ciencia”, en donde el mapa termina devorando el territorio. Así sucede con la obra fotográfica de Roberto de la Torre. La imagen es tan poderosa, tan profunda en lo que capta que da la impresión de que no necesitamos ver más, porque ya está todo dicho. En ese juego de espejos, la obra en su totalidad de lo que expuso De la Torre camina, a veces con elementos lúdicos, otros con protestas y reflexiones. De la validez interdisciplinaria a una poética de lo mínimo.

“El espacio que hay bajo mis pies” no fue sólo un conversatorio, fue una guía impoluta de lo que significa ser artista.

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