Pablo Beltrán
La cicuta
Y sin duda, mañana se juega la república. Después de este domingo se verán muchas cosas nuevas en la vida del país -quizá algunas predecibles, quizá otras no-, pero lo que sí es claridoso, es que este experimento va a cambiar el eje de rotación del poder público.
La elección para ministros, magistrados y jueces en lo federal -y sus pares estatales en los últimos dos casos-, será un ejercicio inédito en la forma en que ha sido creado, que si bien tuvo un muy breve antecedente en el siglo XIX a través del voto de representantes, de cualquier forma, convertirá el aparato de justicia en un péndulo que se moverá al ritmo del statu quo, pues de ahí provino la idea y de ahí se desarrolló y concretó la misma.
Definitivamente antes de llegar a este punto, como muchos lo han dicho, se debieron de atender otras áreas, con una reforma de gran calado, sobre todo en las fiscalías -que son el dolor de cabeza del ciudadano común-, pero además, de igual manera, debió de trabajarse en la creación de una policía científica con equipamiento a la vanguardia, como apoyo al Ministerio Público; sin dejar a un lado los equipos de peritos, tan ausentes, que son como hallar una aguja en un pajar.
La justicia agraria -eminentemente federal- y que no pertenece al Poder Judicial se encuentra de cabeza y los asuntos no llegan a buen puerto, menos en los tiempos esperados. Los tribunales de justicia administrativa, tampoco del Poder Judicial, se encuentran atorados con cargas de trabajo impresionantes, siendo aún peor el caso de estos tribunales en los estados, en donde los juicios pueden durar lustros (en ocasiones no se cuenta ni con gasolina para ir a emplazar). Evidentemente el tema presupuestal, de independencia y de capacitación son los grandes pendientes de una agenda correcta.
La justicia cívica en los municipios sigue sin funcionar adecuadamente, ya que tampoco se invierte en preparación en esa materia, ni se cuenta con el personal suficiente y bien pagado. Los centros de reinserción, que son la sede material de la ejecución de la sentencia penal, continúan sin cambio alguno, como si nada hubiera pasado en este país en los últimos cincuenta años, después del gran acierto sistemático de García Ramírez y otros.
Pero bueno, a algún genio se le ocurrió empezar por el Poder Judicial de la Federación, el cual, si bien no funcionaba exactamente como reloj suizo, si cuando menos era funcional y eficiente hasta el día de hoy, principalmente por el juicio de amparo, la controversia constitucional y la acción de inconstitucionalidad, como grandes baluartes de la libertad, democracia y defensa de los derechos humanos. En el corto plazo, se dice, posiblemente el ciudadano verá como algo casi imposible tener la razón de frente al poder público. En el mediano plazo, los instrumentos de control constitucional pudieran sufrir un viraje.
La toga y el martillo, eclipsados por el derroche de poder desde un solo rincón, tienen pronóstico reservado y quizá puedan ser sustituidos por otras figuras icónicas de siglos anteriores.
Entre la mayoría del gremio de los abogados se respira el pesar, pues se fueron sobre el corazón de la justicia -la federal-, la cual en la mayoría de las ocasiones terminaba remediando los disparates de autoridades, ya sean judiciales de menor rango o administrativas, sin dejar de lado el legislativo, que no con poca frecuencia sacan su talante contrario a la constitución. Los juristas saben y lo comentan, que si esta elección no funciona y además se vienen limitaciones a las libertades o derechos -a través de reformas-, el que realmente lo va a resentir como destinatario final de la justicia, es el llamado ciudadano, que en su conglomerado no es otra cosa que el renombrado pueblo.
En efecto, el Poder Judicial Federal, si contaba con ciertos problemas que corregir -y más los de los estados-, pero el detalle estaba en otras situaciones, que sin desconocer los casos de nepotismo y aun de corrupción -que pueden ser combatidos con los órganos fiscalizadores-, lo interesante de la solución estaba más en la oxigenación presupuestal a fin de la creación de más tribunales, más equipamiento y mayor capacitación, que a la sazón dieran pie a atender adecuadamente los sistemas procesales existentes, amén de la gran carga de trabajo que hay en los poderes judiciales, que en la mayoría de las ocasiones terminan sin cumplir con la justicia pronta, tutelada por el artículo 17 de la Carta Magna.
Los otros principios del referido 17, como la justicia completa e imparcial, son ahora los que veremos si siguen en su cristalización (con la salvedad humana del error judicial) en los tiempos venideros, pues de dar reversa -que también es cambio-, ahora sí que Dios nos agarre confesados.
Decía Benjamin Disraeli, que experimentos en política son revoluciones; sin embargo, en el caso del contexto mexicano, algunos creen que de no funcionar, no iríamos propiamente a una dictablanda, sino “solamente” se trataría de la pérdida de algunos años en la calidad y cantidad de la impartición de la justicia, claro, con sus debidas consecuencias, para luego regresar de nuevo a los jueces de meritocracia, como sucedió hace dos siglos, en aquél intento poco funcional. Por supuesto que esos años, pudieran ser determinantes para quienes se vean en un embrollo judicial, ya que no hay que olvidar que en cualquier litigio se encuentra en juego la libertad, el patrimonio, la salud y hasta el honor, que son aspectos fundamentales en la vida.
Sería muy interesante, que ante el anunciado ejercicio democrático dominguero, algún médium de esta patria, o aunque sea un brujo de Catemaco, hiciera contacto con el griego Sócrates…solo para hacerle una pregunta ante la circunstancia nacional…
-Maestro: ¿Volverías a beber la cicuta?…